De nuevo
estaba solo, recostado en su cama y observando el techo. La noche había caído
sin que se diera cuenta. Había escuchado la voz de Yoochun llamándole tras la
puerta pocos minutos después de que Changmin se marchara, pero estaba
castigado, confinado a la soledad de aquellas cuatro paredes. Tal vez Yoochun
no lo supiera en ese momento, pero lo sabría unas horas después, cuando la
subdirector se encargó de ir en persona para colgar en su puerta el castigo
impuesto por el director.
Estaba
prohibido que saliera de su habitación o alguien más entrara en ella, con vigencia
aparente hasta el próximo martes. Las comidas las haría en su habitación,
también las tareas, sólo que eso no aparecía incluido en la declaración.
A esas
alturas Yoochun sabría por qué no le había abierto la puerta, aunque
desconociera el verdadero motivo. Simplemente… no quería hablar con nadie.
Quería pensar, aclarar sus pensamientos, pero por sobre todo, sus sentimientos.
No, esos
estaban más que claros. Amaba a Changmin, pero no podía creer que el chico le
amara igual.
Escuchó un
golpe a la puerta. ¿Si estaba confinado, por qué no podían entender que no
tenía permitido abrirle a nadie? Ni siquiera se esmeró en levantarse, no fuera
alguien a verlo y terminara castigado por ello.
—Jaejoong-ssi,
le están esperando en la sala de prensa. —La rasposa voz de la subdirectora
llegó al interior de su habitación. Se paró de un salgo para ir a abrir,
encontrándose con la dura mirada de la mujer—. Desee prisa, ya es tarde. Yo voy
a llevarle para asegurarme de que no vaya a entrar a platicar con sus amigos.
«Como si
realmente tuviera ganas de escuchar sus burlas» pensó inconforme, pero no dijo
nada. Se conformó con tomar aire y seguir a la mujer, con quien pasó junto a la
sala de estar, desde donde se escuchaba el barullo de las conversaciones y
juegos, así como la TV encendida a todo volumen con las noticias de la
farándula. No quería ver a nadie, sentía que la cara le enrojecía al recordar
que ahora ya todos sabían de su relación con Changmin.
La
subdirectora abrió la puerta para que Jaejoong ingresara y este entró en
silencio. Jamás esperó ver delante de él a esa persona, y menos a esa hora,
9:30 PM. La pequeña mujer permanecía con los brazos cruzados, moviendo el pie
en señal de impaciencia. La conocía, sabía que estaba enojada. ¡Y con justa
razón! La puerta se cerró detrás de él y en un segundo se sintió colocado
frente al pelotón de ejecución.
—¡JAEJOONG!
—El grito le hizo cerrar los ojos—. ¿Hasta cuándo pensabas continuar
escondiéndote de mí? Tuve que buscarte en tu escuela para enterarme de lo que
te ocurría porque jamás te dignaste a contestar mis llamadas. ¡Estaba
preocupada por ti!
¡Oh, sí!
Estaba enojada, ya se lo esperaba y por eso no había querido contestarle,
porque era más que probable que le rompiera un tímpano con sus gritos. Dejar
que los días pasaran le daba la esperanza
de que ella se hubiera calmado un poco, pero al parecer no era así.
—Sunny, lo
siento… —se mostró abatido—. No quise preocuparte. Estoy bien, no ha ocurrido
nada irreparable.
—¿No? —La
bajita mujer se acercó hasta él—. Yo no te veo bien, no puedes engañarme. Estás
pálido, te ves demacrado, seguro no has dormido bien en días y… —lo estudió con
la mirada—. Creo que bajaste unos dos kilos. Tampoco has comido bien.
Jaejoong
desvió la vista. Esa chica le conocía tan bien que con sólo mirarle podía saber
todo lo que había padecido desde el domingo en la noche. Era verdad, todo era
verdad. No había comido bien porque sentía los alimentos como piedras en el
estómago, y prefería simplemente no comer. No había dormido, porque sus pensamientos
sólo giraban en torno a Changmin, que desde el domingo no podía sacar de su
cabeza. Conocía a Sunny de la infancia, y era quizá la única persona que le
quedaba a quien podía considerar su familia, más que la que le adoptó.
—Tampoco
vine a regañarte, eres mayor de edad y sabes bien lo que haces —resopló, y
Jaejoong regresó a mirarla—. No niego que el escándalo que han desatado ustedes
dos ha hecho tambalear las campañas de Nike y la salida al mercado de los
catálogos de Nak Classic —El pelinegro le vio con asombro—. Sin embargo, Nak
sacará todo este mismo fin de semana, así que el cheque ya está en tu cuenta.
Nike no va a sacar al aire los comerciales, sólo le restan un par de semana y
no estaba pactada ninguna otra campaña para el futuro, que tampoco sé si habrá,
pero eso ya no importa. Gracias a esta publicidad, NII te quiere para anunciar
varias de sus prendas, hay muchos rumores de que Moldir está por proponerte
algo fuerte y TonyMoly llamó esta tarde para confirmar la salida al aire del comercial
que ya habías hecho y la propuesta de uno nuevo, pero esta vez con todo tu
rostro en el comercial.
—Pe… Pero,
voy a hacer teatro, Junho no me canceló la obra… —balbuceó, extrañado de todo
el trabajo que había surgido tras la declaración de Changmin.
—Lo sé,
ellos también lo saben y no les importa, para ellos es mejor que estés en Seúl.
Se acoplarán a tu agenda y programarán las sesiones en tus tiempos
libres. Además, llamó Fukutaro —Jaejoong arrugó el ceño al escuchar el
nombre—. Armani sigue en pie con su propuesta para la campaña de otoño.
—Es…
¡magnífico! —respondió sonriendo por fin. Una noticia buena entre tantas malas.
Aunque pensándolo bien, no todo había sido malo. Changmin había dicho que eran
pareja, pero las consecuencias no habían sido tan graves hasta ahora: Sí, había
sido confinado a su cuarto y al parecer sólo Nike no le tomaría en cuenta para
futuras campañas, pero el resto de los clientes parecían apoyarle.
—Y ahora…
Hablemos de ti, de Changmin, y de cómo te sientes…
El rostro de
Jaejoong se ensombreció al escuchar a su representante. Sabía que podría
mentirle a todos, menos a ella. Por ello cuando se sentó en la silla del
escritorio y ella hizo lo mismo a su lado, le sintió tomar su mano para
escucharle, apoyarle y si era necesario, aconsejarle; como tantas otras veces
había hecho a lo largo de los años.
–.—.—.—.—.—.–
Nada había
cambiado durante el resto de la semana. Continuaba confinado en su habitación
hasta la siguiente semana, sólo que esta vez no había salido de su cuarto para
robar comida, sino que la cena y el desayuno se los habían llevado hasta su
habitación, aunque no había comido mucho, sólo lo suficiente para no sentirse
mal. Hacía tareas, comía y hasta había presentado dentro de la soledad de la
misma. Había tenido todo el tiempo del mundo para estudiar, pero eso no le
bastó para aprobar. Sus pensamientos seguían adheridos al actor.
Por la
mañana del sábado las cosas seguían igual, encerrado en aquella habitación sin
poder ni querer salir, realmente. Se sentía tan cansado, pues de nuevo no había
podido dormir. La mitad del plato de cereal y el vaso vacío de leche de su
desayuno seguían sobre el peinador, donde también reposaban algunos libros y un
par de hojas junto a la charola.
—No tengo ni
fuerzas para levantarme de la cama… —susurró al mirar el reloj digital sobre su
peinador. Era casi medio día, y el seguía con el pijama puesto.
El aroma de
Changmin permanecía en cada hilo de seda de la prenda. Quería arrancársela del
cuerpo y tirarla a la basura, como había hecho ya en varias ocasiones, pero ese
simple pedazo de tela era una de las pocas cosas que guardaría de él.
Un recuerdo
material junto a todos los recuerdos físicos…
—Estoy
deprimido. —masculló cubriéndose por completo con las cobijas. Changmin se iba
dentro de unas horas y aún no sabía qué hacer.
Su cuerpo
gritaba ‘¡Ve a buscarlo, huye con él, déjalo todo! Necesitas tanto esas
caricias, esos besos, ese cuerpo’. Pero no podía, no quería. Changmin no le
amaba…
Su corazón
gritaba ‘¡Qué importa mientras tu amor basta para los dos!’. Y entonces su
cabeza se revelaba de nuevo: ‘Tienes orgullo, no te rebajes. Vales mucho para
dejarte utilizar’.
Lo peor era
que hasta ahora todos tenían razón, su cuerpo, su corazón y su cabeza. Era un
triple empate, y en esta ocasión no podría echar un volado o jugar Piedra,
Papel o Tijeras, porque ya lo había hecho y había vuelto a empatar.
Los golpes a
la puerta le distrajeron de sus pensamientos, obligándolo a dejar su discusión
interna de lado. La puerta no tenía llave, así que si era alguien autorizado a
entrar como las mucamas, una de las chicas de cocina, el profesor de literatura
(quien le llevaba las tareas de sus materias) o la subdirectora (con quien
había presentado), entrarían sin problema y al verlo tapado se marcharían una
vez realizada su tarea o lo que hubieran ido a hacer.
¡Era sábado!
No tenía que entregar tareas hasta el lunes y no había examen programado hasta
el siguiente miércoles, así que bien podía quedarse en cama todo el día. Estaba
triste, deprimido y sin ganas de ver o hablar con nadie. Sunny le había llamado
en el transcurso de la semana, después de ir a verle, para decirle que la
campaña de TonyMoly sería filmada en Seúl hasta que estuviera allá, con NII
todavía estaban en pláticas y Moldir acababa de mandarle su propuesta. Por
tanto, no tenía trabajo en los siguientes días.
—¡Diablos!
—Cuánto daría por estar tan ocupado que no tuviera tiempo de pensar en nada—…
Ojalá se vaya pronto… —Pero cuando la puerta se abrió, los pasos anduvieron al
costado de su cama. La cobija le fue arrancada con tal fuerza y de improviso
que la impresión lo sentó en el colchón.
—¡Pero qué
demonios! —se quejó dispuesto a enfrentar a quien fuera que perturbaba su
tranquilidad, pero se quedó mudo al encontrar a Yoochun, quien le veía
fijamente—… ¿No sabes que estoy castigado y no puedes estar aquí?
—Tengo
permiso para venir a buscarte. Vístete, tienes visitas. —avisó de camino al
armario para sacarle algo de ropa. Jaejoong se enderezó sin levantarse,
faltaban días para que le levantaran el castigo, pero seguía sin ánimos de
nada.
—Chunnie, no
quiero ver a nadie —se hizo ovillo en su lugar. Desconocía qué hacía su amigo,
aunque poco le importaba, no quería salir—. A quien quiera que me esté
esperando puedes decirle que no puedo verle. Que venga otro día —Yoochun se
giró y clavó sus ojos en los contrarios, respondiéndole sin palabras. Jaejoong
suspiró y se incorporó de nuevo—. ¿Al menos me dirás quién es? ¿Me vas a
presentarás a tu misteriosa novia? —intentó bromear, pese a que su voz carecía
de esa diversión que siempre poseía. Sin embargo, el músico afirmó.
—Esa
persona… la cual es muy especial para mí, quiere verte. —Jaejoong abrió sus
ojos sorprendido. Yoochun no había querido que fuera a verle a la sinfónica,
incluso si miles de veces solía escaparse para verse con ella en el bar,
tampoco le permitió ir. ¿Y ahora ella quería conocerlo? Se paró a la carrera
tomando la ropa que su amigo le había entregado.
—¡Eres
cruel! Deberías haberme avisado que tu novia iba a venir, pude haberme
arreglado un poco más, se va a llevar una muy mala impresión de tu mejor amigo.
Y estoy demacrado, no he dormido bien, tengo las ojeras demasiado marcadas…
—Jaejoong…
—intentó interrumpir el músico al chico que se ponía la ropa al a carrera e
intentaba arreglarse el cabello con los dedos.
—No es bueno
dejar esperando a una dama, mínimo me hubieras avisado por teléfono que la ibas
a traer, así me habría levantado más temprano para arreglarme…
—Jaejoong,
no se va a fijar en cómo te veas, sólo quiere hablar contigo —aseguró
cortándole la perorata—. Si te sigues arreglando tanto para verle me sentiré celoso. —murmuró
en un intento de chiste mal disimulado que detuvo al pelinegro, que
seguidamente le sonrió.
—¿Celoso tú?
—soltó la carcajada.
—¿Vamos?
—apuró Yoochun abriendo la puerta, sin querer ahondar en ese incómodo recuerdo
que representaban sus celos. Tampoco quería escuchar al mayor burlarse, si bien
le agradaba poder escucharlo reír de nuevo.
Al ser
sábado, encontraron los pasillos del colegio casi deshabitados.
Era la
primera vez que Yoochun veía a Jaejoong desde el incidente de los Asian Film y
que éste hubiera dormido en su habitación. Se enteró del castigo gracias a la
nota que se había colocado en la puerta del modelo, si bien hubiese esperado
enterarse por Jaejoong, también entendía que el chico estuviera lo bastante
deprimido paran o querer ver a nadie… ni a él, o a Hangeng o a Boa. A Changmin
él lo había visto el martes, después de que este hablara con su amigo modelo, y
había sido por su modo de despedirse que intuyó que se iba. Apenas esa mañana
se enteró que Changmin no sólo se iba de la escuela, también del país…
Ahora
entendía el encierro que Jaejoong se había autoimpuesto: Estaba deprimido. No
sabía qué le había dicho Changmin, pero sabía lo que el actor mismo le había
dicho: Jaejoong no le creía que lo amaba. ¿Qué le habría pedido Changmin a
Jaejoong? ¿Que se fuera con él a Estados Unidos? Lo desconocía, pero tampoco
iba a preguntar. Changmin se iba a las 4 PM de ese día y si Jaejoong seguía
encerrado, significaba que pensaba dejarlo partir.
Al llegar a
la sala de prensa uno Yoochun se adelantó a la puerta para abrir e ingresar
primero. Esa sala era, al igual que la número tres, una de las más chicas, así
que no habría mucho espacio para tres personas reunidas. Jaejoong intuyó de
inmediato que Yoochun les dejaría solos. Pero, ¿por qué?
Cuando la
puerta de la sala de prensa se abrió por completo, lo menos que esperó ver fue
a su mejor amigo dirigirse con una sonrisa amplia hasta la persona que esperaba
junto al escritorio y a quien, sin esperarlo, le plantó un beso en los labios…
La boca se
le quedó abierta por la sorpresa, paralizado de pies a cabeza sin saber qué
decir o hacer. De momento, se quedó en blanco y no supo si darse la vuelta y
dejarlos solos, o entrar y cerrar para que nadie más viera.
Sólo
entonces vio aquella cabellera clara con reflejos platinados alejarse de
Yoochun, a quien le dedicó una espléndida sonrisa antes de girarse a él para
verlo.
—Mi querido
‘Amigo’, me da gusto verte.
—¿Junsu?
—logró pronunciar azorado. Reconoció esa voz de inmediato, aquel tono y la
manera en que le llamaba ‘Amigo’. La vez anterior, cuando los hubieran
presentado, el chico había estado enfermo de la garganta y eso le había
impedido reconocerle; pero ahora no.
¡Era Junsu!
¡Junsu era su amigo misterioso! ¿El primo de Changmin era quien le había
escuchado cuando más lo necesitaba? ¿Por eso había dicho que sabía que alguien
lo molestaba? ¡Porque Changmin se lo había dicho! ¿Él le había contado también todo lo que le decía
a Changmin? ¿Por eso Changmin siempre se había sentido tan seguro respecto a su
amor?
—Pero… ¿Qué
significa esto? Tú eres… —Su ceño empezó a fruncirse, molesto. Se sentía
utilizado, por Junsu y por Changmin.
—Jaejoong
—intervino Yoochun parando cualquier cosa que su amigo fuera a decir—. Junsu es
la persona con la que salgo desde el año pasado, es con quien me quedaba los
fines de semana y con quien me encontraba en el bar los miércoles —Jaejoong
sacudió la cabeza sin entender. ¿Yoochun era gay?—. No te lo había dicho porque
no creí que pudieras comprender, fue hasta hace poco, cuando me enteré que
entre tú y Changmin había algo que supe que podía confiarte mi secreto. Es sólo
que no me fue posible… hasta hoy.
—Pero… yo
creí que tú… que eras homofóbico… —murmuró confundido—. Parecías tan molesto
cuando te decía o hacía mención del tema…
—No era
porque les despreciara, era porque yo creía que tú los detestabas, con eso de
que te consideraban un Don Juan. Incluso cuando te dije que Changmin gustaba de
ti, te enojaste tanto que pensé que eras
homofóbico…
—Todo ha
sido un terrible malentendido —explicó Junsu con una sonrisa vencida. Jaejoong
volteó a verlo y arrugó el entrecejo. Se había olvidado de que el chico platino
estaba ahí—. Sé que sabes quién soy ahora —continuó, se había dado cuenta desde
que Jaejoong entró, al ver su expresión—. Creo que estás pensando lo peor de
mí, y estás en tu derecho. Después de todo, soy primo hermano de Changmin.
—Será mejor
que les deje solos —avisó Yoochun, que en ese momento abrazó al chico más bajo
y le dio un beso de despedida en los labios—. Ustedes tienen mucho de qué
hablar —miró al pelinegro—. No le juzgues tan duro, no te vaya a pasar lo que a
mí. —Y tras esto, salió del lugar, dejando a su amigo con el signo de
interrogación en el rostro.
Jaejoong
clavó sus ojos negros en el chico de cabellera clara. No sabía si confiar en él
o no. Como lo había dicho él mismo, era primo hermano de Changmin. Ambos se
sentaron a los lados del escritorio, Jaejoong mirándole desconfiado, si bien Junsu
lucía tan sereno, amable y a pesar de todo, confiable.
—Quiero
hablarte de Changmin. —comenzó, pero el modelo alzó la mano interrumpiéndolo.
—Yo no
quiero hablar de él. Supongo que todo lo que te confiaba ibas a contárselo a
ese maldito infeliz, ¿cierto? —Se sentía molesto y traicionado. Sus más grandes
secretos habían sido revelados y usados en su contra.
—¡No!
—brincó a la carrera—. Yo sé guardar un secreto. Ni siquiera Yoochun sabía lo
que tú me contabas. Jamás le revelé nada a nadie… Lo que hablábamos era un
secreto entre tú y yo.
—Sí, cómo no
—masculló desviando la mirada lejos de él—. Yoochun no parece desconocer del
tema. ¿Será que también le dijiste todo? No puedo creer que no supiera que
hablabas conmigo.
—No lo sabía
—aseguró apurado—. Estaba muy, demasiado celoso de ti antes de que le dieras el
teléfono con el que me identificó. Él creía que yo lo engañaba con la persona a
la que escuchaba, incluso, de madrugada.
Jaejoong
recordó en ese momento aquella plática con Yoochun. El músico se había sorprendido
mucho al contarle sobre ese amigo secreto que tenía, exigiéndole el teléfono al
que llamaba.
—Yoochun
supo hasta ese momento que era contigo con quien hablaba. Créeme, por favor. A
Changmin tampoco le dije nada. Entre él y yo hay mucha confianza, cariño de
hermanos y respeto —La mirada oscura volvió a posarse sobre él—. Sí, Changmin
es para mí como un hermano, y creo que yo soy lo mismo para él, ya que él es
hijo único y Junho y yo somos tan diferentes.
—Changmin
siempre me dijo que yo lo amaba, y cuando le juraba odiarlo siempre decía que
yo mentía. ¡Eso sólo pudo ser porque tú le dijiste! —aseguró tenso. Tenía que
ser así. ¿De qué otra forma podría ser? Junsu sacudió la cabeza.
—Yo no le
dije nada, ¡te lo juro! Él lo descubrió esa vez que me llamaste, después de
que… —su rostro enrojeció un poco—. Tú sabes, sucedió eso entre ustedes
—Jaejoong se incomodó por igual—. Yo pensé que eras tú, me dijiste que
conseguirías otra tarjeta y cuando entró la llamada, lo menos que esperé es que
fuera Changmin. Supo entonces que era yo con quien hablabas y me amenazó para
que no continuara hablando contigo. Aunque Changmin es de los que nunca cumple
una amenaza —rió divertido—. Yoochun me contó que iba a demandarte por algunos
millones y después dijo que no lo haría, sólo quiso asustarte un poco.
—¡Y lo
logró! —Cuánto tiempo no estuvo temiendo que esa amenaza llegara a cumplirse y
su familia se viera afectada. De haber sabido que Changmin sólo era un perro
que ladra pero no muerde, no se hubiese preocupado tanto.
—Changmin
jamás se atrevería a hacerte daño. —susurró Junsu. Jaejoong lo dudó de
inmediato. Desde que había conocido al actor, había conseguido hacerle daño de
un modo u otro.
—Ya me lo
hizo con esa estúpida venganza. Sabías de ella, ¿no es verdad? —Aunque sabía la
respuesta. Quizá, muy en el fondo deseaba estar equivocado, quería creer en
Junsu como aquel confidente que siempre escuchaba con paciencia, aquel en quien
confiaba, pero esa imagen del chico se había hecho pedazos ya.
—Sí —admitió
culposo—. Todo el tiempo. Por eso quería hablar contigo, ser tu amigo. Quise
prevenirte. Muchas veces quise hacer que Changmin desistiera de esa absurda
venganza, no sabes cuánto le insistí, pero no logré convencerlo. Changmin es
muy terco.
–.—.—.—.—.—.–
Boa caminaba
de vuelta a su habitación. ¡Estaba tan contenta! Las cosas estaban saliendo
mejor de lo que esperaba. Desde que Changmin ganara el Bambú de Oro, es decir,
desde ese domingo, las entrevistas de prestigiados programas de moda, las
llamadas telefónicas de grandes revistas y los pedidos de diseños exclusivos de
grandes casas de moda e importantes aristas estaban a la orden del día.
¡Tenía tanto
qué agradecerle a Changmin! Gracias a él ahora su trabajo era reconocido y
buscado. Sólo que aún no había podido agradecerle, pues no se había presentado a clases. Llegó a
escuchar el rumor de que había ido a hablar el martes por la tarde con el
director y que había salido de la escuela casi entrada la noche, sin volver. Según
se escuchaba por ‘radio pasillo’, Changmin había sido expulsado.
«¡Tonterías!»
se decía mientras caminaba fuera de la sala de prensa cuatro, la más alejada, y
pasaba justo frente a la tres.
La noche
anterior había escuchado una entrevista hecha al actor. Era extraño verlo
hablando por TV después de lo que había dicho en los Asian Film Awards.
Changmin afirmaba que iría a Estados Unidos como director de una película, y
eso era genial. Había sido la diseñadora de un gran actor y futuro director de
cine, lo que le abría más puertas.
La entrevista
de Changmin, de no más de 15 minutos, había girado en torno a su viaje, los
pormenores de su estancia en aquel país y cuánto tiempo estaría por allá. No
mencionaron el título ni la trama de la misma, pues el chico había decidido
mantenerlo en secreto. Pero cuando la pregunta obligada llegó, sólo respondió
con un ‘No hay comentarios’.
¿Realmente
no los habría?
Jaejoong no
había dado señales de vida desde ese mismo domingo en que Changmin hizo pública
su relación de pareja. Noticia por la cual se había sentido perturbada, casi
desfallecer ante el hecho de haber sido novia de un chico gay. Aunque después, cuando tuvo el tiempo
suficiente para pensarlo, supo que Jaejoong se merecía ser feliz con quien
fuera mientras esa persona lo amara, y Changmin parecía amarlo. ¿Acaso no fue
capaz de revelar su condición de gay ante medio mundo?
También
tenía mucho que agradecerle al modelo. Jaejoong era quien había convencido a
Changmin para que aceptara que le diseñara el traje que usó en la premiación.
Sólo que su amigo no había querido salir de tu habitación desde aquel
incidente. Aunque no salir fue sólo al principio, después había sido confinado
a su habitación como castigo…
¿Castigo a
qué?
Todo mundo
se hacía esa pregunta. Muchos decían que el director había castigado a Jaejoong
y expulsado a Changmin debido a su relación clandestina dentro de la escuela,
otros que Jaejoong le había partido la cara a Changmin y que había sido
descubierto y detenido. Ya que Changmin se iba a Estados Unidos, la segunda
opción era más probable que la primera, pero Boa tenía sus dudas.
Apenas iba a
dar vuelta al pasillo cuando la voz de Jaejoong llegó a sus oídos. Guardó
silencio para escuchar y supo de inmediato que se encontraba en la sala de
prensa uno. No, no estaba hablando, estaba discutiendo con alguien a quien no
lograba identificar.
Se acercó a
la puerta y lo que alcanzó a escuchar la llenó de tanta curiosidad que se
dispuso a espiar un poco.
–.—.—.—.—.—.–
—¿Tú sabías
que Changmin quería vengarse de su madre utilizándome a mí como instrumento?
—siseó molesto y herido.
—No sabía
bien su plan, sólo sabía que quería vengarse de ti. Al inicio creí que era por
esa foto que le habías roto y lanzado a la cara. —Jaejoong parpadeó nervioso.
—¿Te lo
contó? —No daba crédito. Changmin debía tenerle mucha confianza para contarle
tantas cosas. Tal vez, si no supiera que era su primo y que quizá le hubiese
contado todo, él también podría ir y
contarle todo cuanto le sucedía. Muchas veces había tenido la intención de
salirse de su habitación y colarse a la oficina de Seohyun para llamarle a su
‘Amigo’ sólo para desahogarse. Ahora eso ya jamás volvería a pasar.
—Sí, y no
sabes cuán enfadado estaba. Por eso creí todo el tiempo que ese era el motivo,
si bien me parecía algo infantil de su parte. Y te aseguro que Changmin no es
nada infantil —«Lo sé muy bien» se dijo Jaejoong. Changmin era demasiado maduro
para su edad, solía comportarse como si tuviera 50 y no 19—. Fue mucho después,
cuando logró entrar a este colegio, que supe su verdadero motivo. Changmin me
dijo que odiaba a su madre, mi tía, y que algún día la destruiría usando
aquello que más amaba…
—Yo.
—susurró más para sí.
—Changmin
así lo creía —explicó Junsu de forma pausada—. Traté entonces de detenerlo,
pero creo que no funcionó. Changmin estaba empecinado en acabar contigo, creía
que así se vengaría de su madre. A pesar de que yo sabía que no era capaz de
cumplir una amenaza, tenía miedo de que revelara mi secreto… Es decir, que le
dijera a mi padre que soy gay, y que salgo con Yoochun.
—¿Te amenazó
con decirlo? Pero tú sabías que Changmin no cumpliría esa amenaza.
—Sí, por eso
le dije que no me importaba, que le dijera a mis padres, pero entonces me
amenazó con algo que pensé que sí sería capaz de cumplir. Estaba empecinado en
acabar contigo y no pensaba desistir de ello.
—¿Con qué te
amenazó? —Junsu palideció por un momento, y dos segundos después su rostro
enrojeció. Jaejoong creyó que no respondería, y algo muy dentro le dijo que
quizá eso sería lo mejor, pero el chico habló.
—Con…
revelarle a mi padre quién fue el primero con quien tuve relaciones sexuales
—Jaejoong sintió un escalofrío recorrerle toda la columna vertebral en un muy
mal presentimiento. Quiso decirle que no dijera nada, que no quería saber, pero
no alcanzó a hacerlo—. Fue con él, con Changmin.
Jaejoong
bajó la cabeza triste, conmocionado, desilusionado y herido por igual. Junsu
era su primo hermano, aunque, ¿qué podía esperar? Eran tal para cual. Ambos le
habían usado, quizá de un modo diferente, pero lo habían hecho.
—Espera,
Jaejoong, no te pongas así. —pidió Junsu a la carrera, poniéndose de pie para
hincarse a los pies del pelinegro. Este le miró con coraje, levantándose de su
asiento.
—¿Que no te
vea cómo? ¿Con odio? ¿Con rencor? ¡Tú eres igual a él! ¿Qué quieres de mí? ¿Por
qué has venido a buscarme? ¿Quieres hablar de Changmin? No me has dicho nada
que no sepa. Fui su instrumento de venganza, su amante en turno. Me usó, me
desechó, ahora puedes volver con él. Yo nunca le importé. Puedes sentirte
seguro de que volverá a tu lado.
—Cálmate,
Jaejoong… —Junsu se puso también de pie con preocupación. Los celos de Jaejoong
eran demasiado notorios. Ni siquiera estaba tomando en cuenta que él salía con
Yoochun y no con Changmin—. No he venido a asegurarme de que hayas terminado
con él, al contrario. Vine a decirte que Changmin jamás se había enamorado…
—Jaejoong le miró a los ojos, buscando el engaño a través de ellos, pero la
mirada del chico era tan transparente y sincera. No podía negarle su confianza,
no tenía modo de refutarle nada—. Jamás, Jaejoong. Lo que ocurrió entre
nosotros fue un error desde el principio. Éramos jóvenes, era nuestra primera
vez, teníamos ambos 14 años y Changmin estaba muy tomado…
El pelinegro
se sentó en la silla que había abandonado poco antes, prestando atención a lo
que Junsu narraba. Recordaba que una vez Changmin había prometido contarle de
su primera vez, lo que nunca pasó por su cabeza es que hubiese sido con su
primo cuando él había creído todo el tiempo que había sido con Kyuhyun. No
sabía si sentirse aliviado o preocupado por ello, pero lo cierto es que el
malestar en la boca del estómago sólo crecía cada vez más.
«Maldición,
esos eran los malditos celos» se dijo.
—Changmin
estaba enamorado de Kyuhyun —Eso era algo que ya sabía—, pero en sus años de
amistad este jamás llegó a hacerle caso. Cuando descubrió que quien creía su
madre no lo era, el sentimiento de rechazo y coraje se sumó a todo lo que venía
acarreando. A su sentimiento de inferioridad al creerse menos que tú gracias a
su madre, al sentimiento de odio al saber que ella no era lo que creía, a la
cancelación de la serie infantil en la que trabajaba y la partida de Kyuhyun a
Alemania. Todo eso lo llevó a la bebida, se hizo rebelde, se separó de su madre
y se vino a vivir con nosotros por unos meses hasta que Rain lo tomó bajo su
tutela. Se fue a vivir solo, llevándose al ama de llaves de su familia, pero casi
todos los días venía conmigo. Aprendí a leer sus silencios y sus actitudes,
casi le adivinaba el pensamiento.
Con razón
sabía cómo interpretar las cosas cuando hablaba con él. Había aprendido con
Changmin, se decía.
—No pude
hacer que dejara de tomar, casi todas las noches lo hacía porque se sentía muy
solo, deprimido, y yo no sabía cómo ayudarlo. Yo recién descubría mi interés
por los chicos y no pude evitar aprovecharme de la situación de Changmin para
experimentar —¡Desgraciado!—. Una cosa llevó a otra y acabamos en la cama
—explicó con el rostro colorado. Jaejoong apretaba los dientes por la rabia—.
Por la mañana Changmin ni siquiera lo recordaba, y yo estaba muy arrepentido.
Él no me amaba, yo no lo amaba y habíamos hecho el amor sin siquiera pensarlo.
Cuando Changmin lo recordó todo se sintió perturbado. Acordamos guardarlo el
secreto.
Jaejoong se
levantó de su silla tenso por la bronca. Junsu, ese chico de apariencia dulce y
delicada, ¿se había aprovechado de alguien como Changmin? ¡Era increíble! No
podía creerlo, sólo lo estaba justificando.
—No te creo
—masculló—. Changmin no es de los que caen de esa forma, siempre tiene el
control de todo, desde sus pensamientos hasta su cuerpo. —aseguró furioso.
—¡Eso es ahora!
—intentó aclararle—. Changmin no ha vuelto a tomar desde que Rain lo metió a
ese centro de rehabilitación. Ahora siempre está controlado, frío, distante,
pero cuando estás bajo los efectos del alcohol pierdes todo el poder sobre tus
sentidos, muchas veces no sabes lo que haces —Sí, eso era verdad. Él mismo lo
había sufrido, como aquella vez en que había terminado en el departamento de
Changmin—. No quise contarte esto para herirte —explicó intentando calmarlo,
aunque no pareciera funcionar—. Sólo quiero que sepas que Changmin está
enamorado de ti desde hace mucho tiempo.
—¿Eh? —le
miró escéptico y sin entender—. Eso tampoco puedo creerlo. —musitó bajo. A
pesar de que Changmin se lo repitiera varias veces y muy dentro rogara fuera
verdad, no podía ni quería creerlo.
—Me di
cuenta la noche en que me descubrió hablando contigo —Jaejoong clavó más
intensamente su mirada en el chico de cabellos platinados—. Jamás había visto a
Changmin mostrar sus celos, y esa vez fueron muy notorios. Él quería que me alejara
de ti a toda costa, y para eso estaba dispuesto a revelar mis secretos a mi
padre. En ese momento supe que lo que tenía contigo no era sólo por llevar
acabo su venganza, había algo más, y conforme tú me contabas lo que sucedía
entre ambos lo fui adivinando: Changmin estaba enamorado de ti, así como tú de él.
—No creo
nada. Changmin no me ama y jamás me amará, me usó y no voy a permitir que me
siga usando. ¡No puedo creerte! ¡No puedo! Eres primo de Changmin, debes ser
igual de mentiroso que él… —alegó reacio a creerle.
—No,
Jaejoong, no te estoy mintiendo —insistió con la voz ya quebradiza. Inclusos
sus ojos empezaban a verse cristalinos por el líquido salino, pero Jaejoong no
iba a dejarse manipular por las lágrimas—. Changmin de verdad te ama. Jamás lo
había escuchado tan afectado, nunca creí que fuese capaz de reconciliarse con
su madre y sé que fue gracias a ti. Cuando le reclamé por haber revelado en los
Asian Film su relación logrando que tu carrera tambaleara, me dijo que no
necesitabas actuar… Que lo tenías a él…
—El mismo
egoísta de siempre. —masculló seco.
—Lo mismo le
dije. Pero el simple hecho de que lo dijera ya confirmaba lo que sé: Él te ama.
Si no te amara jamás me lo hubiese dicho y jamás se hubiera atrevido a revelar
en TV que es gay y que tiene una pareja de su mismo sexo: Tú.
Jaejoong
cerró los ojos con fuerza. Si razonaba las cosas todo lo que decía Junsu sonaba
lógico, pero la lógica no le ayudaba a su corazón o a su cabeza, mucho menos a
su cuerpo. Changmin había dicho muchas cosas hirientes. Siempre le trató como
si fuese una cosa, un objeto sexual con el que pudiera satisfacer sus bajos
instintos mientras estuviese en la escuela. ¿Y ahora, después de saber la
verdad, le decía que lo amaba? ¿Ahí dónde estaba la lógica? Lo único que podía
pensar al respecto era que Changmin se había vuelto loco…
—No… —abrió
los ojos y los clavó en los del violinista, alzando la voz—. No hay nada que
puedas decirme para creer en lo que me aseguras. ¡Changmin no me ama y jamás lo
ha hecho ni lo hará!…
La puerta de
la sala se abrió de golpe, azotándola madera contra la pared con tal estruendo
sordo que ambos chicos voltearon asustados a la entrada para ver qué sucedía.
Jaejoong vio
cómo Boa entraba hecha una furia, con la mirada clavada en él y ambos brazos a
los costados de su cuerpo. Su rostro estaba contraído, las cejas fruncidas y la
boca ladeada. Sus ojos parecían fuego. Jamás había visto a la pelicorto tan
molesta como ahora, ni siquiera cuando se ponía celosa por Jessica. Y así, de
improviso, alzó la mano y la dejó caer sonora en un latigazo seco contra su
mejilla, donde no tardó en tintarse la marca de sus dedos.
—¡AUCH!
—ahogó Jaejoong alejándose de su amiga para sobarse la piel adolorida—. ¿Pero
qué te pasa? ¿Por qué me golpeas? —exigió sin entender.
—¿Estás
loco? ¿Cómo te atreves a decir que Changmin no te ama? ¿No sabes todo lo que
arriesgó al declarar que tú y él son pareja? ¡Ante millones de personas!
—Jaejoong se mostró abochornado, como si el rojo de su mejilla se hubiera
propagado al resto de su rostro. Se encontró mudo, sin saber qué decir.
—¡No te
metas en esto! ¡Tú no sabes nada! —reclamó casi a gritos, pero Boa no estaba
dispuesta a callar.
—¡Pues sé
mucho! —Jaejoong se notó sorprendido—. He visto a Changmin morir de celos por
mi causa en dos ocasiones. ¡Él te ama! —Los ojos del pelinegro se ensancharon
enormes, mientras su corazón comenzaba a latir desbocado.
—… ¿Qué
dijiste? —Eso no lo sabía. ¿En qué momento Changmin le había mostrado celos a
Boa? ¿Cuándo? ¿Y por qué?
—¡Que estás
loco al no creer que Changmin te ama! —insistió, pero Jaejoong negó.
—No, no, eso
no, lo otro. De que Changmin estaba celoso de ti. ¿Cuándo ocurrió eso?
—preguntó perdido. Boa se quedó mirándolo un momento, tras el cual se llevó el
índice sobre los labios en gesto pensativo.
—La primera
vez que vi cómo sus celos se apoderaban de él, azotó la mano contra la pared, y
se lastimó bastante la mano izquierda —Jaejoong podía recordar muchas heridas
en el actor, todos los golpes que alcanzó a darle, pero una en particular se
hacía presente en su memoria; aquella mordida que le dio en la mano derecha la
primera noche que le tomó. Al día siguiente, Changmin había aparecido en clases
con ambas manos vendadas. Ahora sabía por qué—. Fue la mañana siguiente a la
noche en que me colé a tu habitación para agradecerte el que me recomendaras
con él para hacerle el traje. Changmin creía que me había acostado contigo.
Sí, esa fue
la ocasión. Changmin le había reclamado por haberse acostado con Boa y aunque
él le había dicho que no era así, no le creyó. Por lo visto, había ido a
cerciorarse con la pelicorto para después de ir a disculparse con él.
—Se lo aclaré,
y cuando supo que le estabas diciendo la verdad, azotó la mano contra la pared.
—¡Ese maldito idiota! Debió haber azotado la cabeza y no la mano.
—¿Y la
segunda?
—Fue hace
poco. La tarde en que le di a medirse el traje, le sugerí que usara los pendientes
de diamante que me regalaste. Ya se los había puesto, pero se los quitó molesto
y dijo que prefería no usar nada a algo que tú me hubieras regalado —Eso
también lo recordaba. Lo vio salir enojado y fumando después de haberse medido
el traje. Jamás pensó que fuera por eso—. Changmin estaba celoso.
—Yo no…
—intentó decir que no creía nada, pero las palabras nunca salieron.
¿Realmente
Changmin estaba celoso? Sí, era más que probable, para qué negárselo. Muchas
veces había visto esas reacciones en el actor y solía tomarlas como celos, sólo
que cuando se lo daba a notar al actor este siempre respondía de algún modo
hiriente, negando tal sentimiento.
¿Sentimiento?
¿Desde
cuándo Changmin mostraba sus sentimientos? Siempre que parecía dejarle
acercarse a él, cuando parecía mostrarle algo de su interior, salía con alguna
frase hiriente, algún comentario hosco que volvía a alejarle.
“Es tan
fácil hacerte enojar, que no puedo evitarlo”
¿Fácil
hacerle enojar?
¡Es que era
tan frío, sarcástico y antipático! Le era imposible no enfadarse cuando hacía
esa clase de comentarios. Lo detestaba, lo odiaba… lo amaba…
¡LO AMABA!
—¡No seas
ciego, Jaejoong! Changmin te ama. —aseveró la chica, notando que Jaejoong
parecía haberse perdido entre pensamientos.
—No lo sé. Ya
no sé nada. —musitó más para sí.
—Changmin te
ama, Jaejoong. Te lo está diciendo la única persona con la que Changmin solía
sincerarse hasta que tú llegaste —aseguró el joven de cabellos claros, que
había estado esperando el momento para intervenir de nuevo. Pero Jaejoong
arrugó el ceño al verlo, señalándolo con el dedo.
—¡Tú ni
siquiera me hables! —reclamó, y Junsu pasó saliva nervioso, optando por guardar
silencio.
Jaejoong
calló, tratando de tomar una decisión. Boa decía que Changmin lo amaba, y ella
era muy acertada en ese tipo de cosas. A pesar de lo que el ‘Amigo’ le había
dicho sobre su relación con Changmin, él afirmaba que el actor lo amaba. No
sabía qué hacer. Escuchaba cada vez más clara la voz de su cabeza gritando,
elevándose: ‘¿Qué crees que haces ahí parado? Se va a ir. Se irá y no sabrá que
tú le amas igual. ¡Sal ahora, quizá estés a tiempo! ¡Te dijo hasta las 4 PM!’
—¿QUÉ HORAS
SON? —gritó al tomar a Junsu por los hombros. Este se vio asustado por la
reacción demente del pelinegro.
—Las 2:45
PM.
¿2:45 PM? Le
quedaba una hora y cuarto para llegar…
Lo soltó y
salió corriendo sin pensarlo más, empujando a Yoochun y a Hangeng que apenas
iban llegando hasta el lugar. Debía darse prisa, quizá todavía pudiera llegar
al aeropuerto y ver a Changmin antes de que se fuera.
Corrió por
los pasillos de la escuela, sus pasos retumbando por todos lados. Ni siquiera
sabía cómo llegaría a la terminal aérea, ni cómo saldría del colegio sin un
pase: Los guardias le detendrían, un soborno no funcionaba con ellos. Lo mejor
era llegar a su habitación, descolgarse del balcón y brincar la barda. El único
problema es que por ahí no pasaba ningún taxi o bus. Tendría que dar toda la
vuelta al colegio y correr avenida arriba hasta llegar a la principal y esperar
a que algún taxi quisiera llevarlo, porque los autos de alquiler no se detenían
así como así. Todo eso le haría perder tiempo valioso.
Y entonces,
casi al llegar al pasillo principal que llevaba a la salida de la escuela o al
ala Este, apareció la persona que menos esperaba ver.
—¡ZHOUMI!
—El alto hombre volteó a verle al escuchar su nombre y sonrió al reconocerlo.
—Buenas
tardes, Jaejoong-ssi.
Jaejoong
sonrió de manera luminosa. Esta era su salvación.
–.—.—.—.—.—.–
La camioneta
negra de Changmin salió volando de la escuela de arte con Zhoumi al volante y
Jaejoong de copiloto. Iban a más de 140 millas por hora, rompiendo leyes de
tránsito y el ‘Stop’ de madera que impedía el paso a los autos en el
estacionamiento del colegio.
A Zhoumi
poco le importaba ir a la cárcel con tal de que el joven modelo alcanzara al
actor. Había sido militar, así que tenía los contactos suficientes para salir
de prisión, además de que el propio Changmin tenía sus influencias para
ayudarle. Tenían que llegar al aeropuerto antes de que abordara. Había tenido
mucha suerte de llegar a esa hora por las cosas de Changmin y ver al modelo.
Jaejoong no tuvo que decirle nada, bastó con verlo, con detectar en esos ojos
oscuros el mismo dolor que viera en los ojos de su joven patrón para saber que
haría lo que fuera por ayudarles.
—Zhoumi,
¿podrías…? —intentaba decir, pero el hombre le cortó de golpe.
—Vamos,
quizá aún podamos alcanzarlo. —Jaejoong había sonreído con tanta luz, el joven
chino sabía justo lo que quería.
Tuvieron suerte,
no fueron detenidos, perseguidos o multados, pero poco antes de llegar al
aeropuerto un congestionamiento vial los obligó a detenerse por completo.
Jaejoong volteó nervioso a ver su reloj, que marcaba las 3:15 PM. Si esperaba a
que Zhoumi avanzara no lograría ver a Changmin. Decidió bajar y llegar
corriendo.
—Aquí me
bajo, voy a seguir a pie. —avisó al tiempo que abría la portezuela y bajaba. Zhoumi bajó el vidrio
para hablarle.
—Le esperaré
en la puerta de acceso uno. —Jaejoong le sonrió, dio las gracias y salió
corriendo.
Corrió entre
los autos a toda velocidad. Había sido campeón de atletismo hacía unos años
(antes de que uno de sus contratos le prohibiera tener músculos excesivos en
todo su cuerpo), así que aún se encontraba en condición; además, seguía
nadando.
Cuando llegó
al accidente se dio cuenta de que el motivo del embotellamiento había sido una
carambola que bloqueaba los accesos al aeropuerto. Había un par de televisoras
cubriendo la noticia que contribuían al trastorno vial, pero a Jaejoong poco le
importó. Atravesó la avenida justo después de que varias camionetas de los
canales de noticias del espectáculo daban la vuelta.
—¡Maldición!
Changmin ya debió haberlos despachado…
–.—.—.—.—.—.–
Changmin
miró su reloj: 3:25 PM.
Con pasos
desesperados dio otra vuelta al lugar y alzó la vista buscando la pantalla
donde se señalaban sus vuelos: Aún iba a tiempo.
Había
llegado temprano al aeropuerto tal y como lo exigían los vuelos
internacionales, documentado todo con dos horas de antelación y llevado a
revisión su equipaje de mano (que constaba sólo de una pequeña maleta con su
muda de ropa y artículos personales). No se sintió sorprendido de ver a la
prensa esperándole, él mismo se había
encargado de distribuir su horario en la TV abierta para que todos se
enteraran; sobre todo Jaejoong. Los había atendido por unos minutos y luego,
cuando lo creyó oportuno, los despachó.
No quería
tantos testigos cuando Jaejoong llegara… Y sin embargo, no aparecía.
—Debí
haberle dicho que tenía hasta las tres PM —se reprendió por lo bajo,
maldiciéndose a sí mismo por su descuido cuando volvió a ver el reloj—. Si no
llega en cinco minutos no podrá…
–.—.—.—.—.—.–
Una mata de
cabellos oscuros ya desordenados por la carrera se abría paso entre las personas
que entraban y salían del aeropuerto. Por muchos años había sido cliente
frecuente de la aerolínea, gracias a su condición de modelo. Había viajado a
diferentes países y por lo mismo, conocía los accesos como la palma de su mano.
Atravesó el
estacionamiento a toda prisa. Estaba agotado, pero no había tiempo para tomarse
un respiro. Tenía que darse prisa…
–.—.—.—.—.—.–
“Pasajeros
del vuelo 725…”
—¡Maldición!
—masculló Changmin al escuchar por tercera vez el llamado para abordar. No
podía postergarlo más. Giró la vista para ver con resignación la puerta de
cristal del acceso VIP en el que estaba.
Jaejoong no
había llegado…
Y quizá no
iba a llegar.
–.—.—.—.—.—.–
Jaejoong
corría cuando ingresó a la terminal, pero estaba tan exhausto que sólo podía
inhalar y exhalar intentando recuperar el aliento. Había llegado, ¿pero lo
había hecho a tiempo? Buscó con la mirada las pantalla de las salidas y
llegadas, posicionándose bajo la más próxima para buscar la que tenía por
destinado Estados Unidos.
Estaban
abordando.
Cuando leyó
esa palabra, el nudo se atoró en su garganta y el corazón se le encogió de la
pena; la sangre se le fue hasta los pies. Changmin estaba abordando el avión en
ese momento sin que hubiera alcanzado a verle.
Había hecho
tanto y había logrado tan poco… Si tan sólo hubiese podido verlo una última vez
para decirle cuánto lo amaba. Changmin había prometido regresar por él en un
año, ¿pero quién aseguraba que no iba a cambiar de opinión?
Se metió la
mano a la bolsa del pantalón y encontró el boleto roto por la mitad que
Changmin le había dado. Todavía podía alcanzarlo allá, en Estados Unidos, pero
no quería perder su sueño por realizar su amor. Si tan sólo lo hubiera visto…
Si tan sólo…
—¡Auch! —se
quejó cuando alguien golpeó su hombro al pasar a prisa por su costado.
—¡Lo siento,
mi avión está abordando! ¡Debo alcanzarlo! —se excusó el hombre joven, de
apariencia occidental, que había tropezado con él.
¿Abordando?
Entonces
quizá aún estaba a tiempo de ver a Changmin. Él había dicho que tenía hasta las
cuatro y faltaban todavía dieciocho minutos. Changmin tenía que estar
esperándole.
Corrió
detrás del hombre rumbo a la sala de abordaje, si bien sin pase sabía sería
imposible que le dejaran pasar; pero tenía que intentarlo. Changmin tenía que
estar en esa sala, tenía que estar esperándole. ¡Tenía que esperarle! El pánico
hacía presa de él, Changmin no podía irse sin verle una última vez.
Llegó
corriendo, mirando en todas direcciones. La sala de abordar tenía una pared de
vidrio que permitía ver a todos aquellos que cruzaban la zona de revisión y se
perdían en lo alto rumbo al andén que llevaba al avión.
Y ahí estaba
él…
Sus ojos se
abrieron enormes y el corazón se le desbocó al ubicar la espalda del actor
subiendo por la escalera eléctrica con la maleta en mano. Traía el traje del
uniforme puesto y el cabello revuelto, le hizo reconocerlo. Debía pensar rápido
algo para llamar su atención, porque si iba con el guardia de la revisión le
impediría el paso, y si armaba alboroto le llevarían preso y Changmin ni
siquiera se daría cuenta. Sólo quedaba una solución.
—¡Changmin!
—llamó con fuerza, golpeando de improviso el grueso vidrio que les separaba con
ambas manos—. ¡CHANGMIN! —gritó sin poder hacer más que ver cómo el chico se
alejaba segundo a segundo por aquella escalera. Lo único que conseguía era que
la gente volteara a verle por segundos, pues los pasajeros se mantenían
inmersos en su propio mundo—. ¡CHANGMIN! ¡CHANGMIN! ¡CHANGMIN! —repetía y
golpeaba el cristal sin conseguir nada, hasta que vio al actor perderse tras el
andén—. No —sus manos se extendieron sobre el vidrio, observando cómo una
persona tras otra pasaban, pero Changmin no regresaba por él—. No… —cerró los
ojos y sus manos se empuñaron.
El vidrio a
prueba de ruidos con el que estaba recubierta la pared de la sala de abordaje y
separaba a la sala de espera, había impedido que Changmin le escuchase.
Sus puños
siguieron dejando golpes suaves sin que abriera siquiera los ojos, más como impulso
que otra cosa. Con mirada baja y hombros caídos, sentía que todo se derrumbaba.
Quería decirle a Changmin cuánto le amaba, cuánto le necesitaba y que le
esperaría en Seúl cuando regresara. Pero ahora ya no podría. Su corazón se le
estrujó en el pecho, fragmentándose del sufrimiento.
¿Y si no
regresaba? Ni siquiera le había dado alguna mínima esperanza. ¿Qué podía atarlo
a Corea?
—No, no, no…
—sacudía la cabeza de un lado a otro. Tenía que hacer algo, darle alguna señal,
algo que le hiciera saber que cuando regresara él estaría ahí para él.
Una
repentina idea le hizo alzar la cabeza y abrir los ojos. Giró el rostro en
busca de la pantalla de salidas y llegadas, donde el vuelo a USA aún decía
‘Abordando’. Sabía que el avión de Changmin era de aquellos que tenían su
propia pantalla en el asiento con varios canales de video y música. Dos eran
para películas viejas, uno para la cinta estreno que pasarían en el vuelo, otro
mostraba el lugar por el que el avión se encontraba navegando y el tiempo
restante para destino, y otro más, que era el que en esos momentos le
importaba, era el canal de noticias local…
Tenía que
llamar la atención de la prensa. Quizá todavía había alguien del canal local
que pudiera tomarle y mandarle un mensaje a Changmin. No importaba dar a
conocer sus sentimientos a medio mundo, se decía. Gritaría hasta que alguien lo
captara y la noticia se transmitiera en vivo por algún canal. Iba a rogar
porque Changmin lo viera y quizá le llamara al colegio cuando llegara a su
destino.
«Una llamada
es mejor que nada» se decía para darse esperanzas.
Y entonces,
empezó a gritar como un desesperado. No sabía si daría resultado o no, pero ya
nada perdía con intentarlo. No le importaban las miradas curiosas o confundidas
que le miraban, para su suerte nadie se detenía; ni siquiera la seguridad
privada que cuidaba del aeropuerto.
—¡CHANGMIN!
¡CHANGMIN, TE AMO! ¡TE AMO, POR SOBRE TODAS LAS COSAS! ¡TE AMO, CHANGMIN! ¡MÁS
QUE A MI VIDA!… —Cualquiera podría pensar que sólo era un fan más, enloquecido
por un actor famoso. Aunque uno muy atrabancado, pues era conocido por muchos
la violencia del actor, razón por la que pocos se atrevían a molestarle. Menos
cuando iba a salir de viaje.
—Yo también,
te amo más que a mi vida…
Aquella voz
a sus espaldas le hizo acallar de golpe, quedando petrificado en su lugar, con
el corazón empezando a latir acelerado y el cuerpo presa de los
estremecimientos. ¿Sería su imaginación jugándole otra vez una de las suyas?
Pero no. Al girar la mirada, se encontró con aquel por quien había llegado
corriendo desesperado, aquel chico alto y arrogante de mirada fría e
intimidante, pero también llena la pasión que tanto extrañaba.
Lo observó
de arriba abajo, como si buscase convencerse y asimilar que no era una simple
ilusión. Ni siquiera llevaba el uniforme… sino una playera y jeans, además de
una gabardina negra. Sí llevaba una maleta en mano con rodillos, pero era la
única coincidencia con aquella persona que había visto subir en las escaleras
eléctricas. Bueno, eso y el cabello desordenado.
—¿Changmin? —susurró
incrédulo, rogando porque aquello fuera real, que no desapareciera.
No hubo
palabras de respuesta, pero sí un beso inesperado y pasional, lleno de ese amor
que el menor había estado jurando desde hacía una semana atrás. Lo sentía,
siempre lo sintió, pero no había querido creerle. Changmin le amaba como lo
amaba él, y ahora podía percibirlo, ahí, en la calidez de aquellos labios sobre
los suyos, en la corriente que cruzaba todo su cuerpo de la cabeza a los pies; eso no era producto de su
imaginación. Todo era real, muy real. Sus ojos se habían cerrado para disfrutar
de aquel cúmulo de sensaciones.
Y se
abrieron con desilusión cuando sintió su boca ser abandonada. Por un momento
creyó que aquella imagen, aquellas sensaciones desaparecerían, pero no, los
ojos castaños continuaban ahí, observándole con esa luz que aún no lograba
definir, pero que le había visto ya en otras ocasiones. Ahí estaba esa mirada
penetrante que sabía cómo ponerle nervioso y ponerle de todos colores.
—Sabía que
ibas a llegar. —escuchó de nuevo aquella voz, despertándole de sus
pensamientos.
Esa arrogancia
y seguridad le irritaba y atraían tanto a la vez. Lo veía de pie delante suyo,
le había besado, le hablaba y sin embargo todavía no podía creer que estuviera
ahí. Tuvo que pellizcarse la mejilla sólo para asegurarse de que estaba
despierto, acto ante el que el actor torció una mueca a modo de sonrisa. Luego
giró a ver la pantalla de llegadas y salidas, pero el vuelo a USA ya había
salido. Pero entonces… ¿Qué hacía Changmin ahí?
—Estás
despierto. —aseguró el más alto, burlón, y Jaejoong regresó a la realidad,
abriendo y cerrando la boca sin lograr pronunciar nada.
Empezó a
señalar la pantalla sin llegar a articular nada coherente. Eran muchas las
preguntas que atestaban su mente, pero ninguna lograba salir. Fueron los dedos
de Changmin los que se posaron sobre sus labios en ese momento, impidiéndole
seguir haciendo el ridículo frente a él. Sólo pudo reír, contento, demasiado
contento.
—Pensé que
te ibas a las cuatro —explicó al mirar su reloj—, y como ya son…
—Perdí el
vuelo —aseguró en tanto giraba la mirada de soslayo; había mucha gente y
algunos parecían haber empezado a reconocerle. No quería seguir fastidiando la
carrera de Jaejoong, así que antes de que alguien tuviera oportunidad de sacar
el celular para tomar una foto, tomó la mano del modelo –para sorpresa de éste–
y lo guió a prisa fuera de la vista de
todos—. Te dije que tenías hasta esa hora y decidí esperarte —Jaejoong no hizo
intentos por detenerle, avanzando a la par del actor con el pecho rebosante de
dicha, aunque esa presunción sabía podría llegar a fastidiarle en el futuro…
¿Futuro? ¡Sí! Futuro con Changmin—. Deberías saber que todo vuelo se aborda de
30 a 45 minutos antes, no justo a la hora. —recriminó sin detenerse.
—¡Oye! Yo no
pensaba venir. —aseguró un tanto resentido, sólo consiguiendo que Changmin se
detuviera para voltear a verle con el entrecejo arrugado.
—¿Entonces
por qué estás aquí? —Jaejoong tragó saliva nervioso. No quería empezar una
discusión cuando había ido expresamente a decirle que lo amaba y que estaba
dispuesto a esperarle.
—Porque…
Porque yo…
—Me amas, y
eso es todo lo que importa —cortó con un nuevo roce de labios cuya calidez
bastó para que el pelinegro dejara evaporar cualquier enojo—. Vámonos de aquí. —se
separó de él para tomarlo una vez más de la mano y retomar el camino fuera del
aeropuerto.
—¿Y qué hay
de tu vuelo? —cuestionó al notar hacia donde iban. No que le importara, iría al
mismísimo infierno si iba con Changmin.
Vio al menor
esbozar una media sonrisa, sin detenerse.
—Estados
Unidos puede esperar otras 24 horas, pero yo no aguanto un segundo más sin ti. —Jaejoong
no pudo evitar soltar la carcajada, sintiendo cómo el corazón se le aceleraba y
comenzaba a temblar de la emoción. El impulso lo llevó a responder en voz baja,
acercándose a él con aire confidencial.
—Changmin…
¡eres un pervertido!
—Pero soy tu
pervertido. —aseguró pasándole uno de los brazos por la espalda para abrazarle.
—Sí, lo
eres. ¡Vamos! Zhoumi nos espera en el acceso uno. —apuró siendo él quien
empezara a jalarle de la mano para llevarle al estacionamiento. También
necesitaba estar con él, sentir su cuerpo desnudo junto al suyo, impregnarse
del calor y la pasión que sólo Changmin sabía cómo despertar en él.
Estaba
encantado. ¡Estaba feliz! No sabía qué sucedería mañana y poco le importaba. Lo
único que quería en esos momentos era continuar sintiendo la tibieza de aquel
cuerpo a su lado, la fuerza de esas manos envolver cada parte de su cuerpo con
caricias y besos. Quería saborear sus labios, no con suavidad como hacía unos
momentos, quería su pasión, su salvajismo, su amor y todo aquello que el menor
sabía bien cómo obtener de él.
Lo quería
todo…
Y sabía que
ahora, lo tendría todo.
–.—.—.—.—.—.–
La camioneta
negra de Changmin salió del estacionamiento con dos pasajeros en el asiento
trasero besándose como si en ello se les fuera la vida. El actor ni siquiera
había hecho los cambios a su vuelo, estaba seguro de que Zhoumi los haría por
él. Se habían subido a la camioneta y desde entonces se había apoderado de sus
labios sin darle tiempo a nada, pero disfrutando de aquellos roces sugestivos
que encendían sus sentidos y le inflamaban el cuerpo.
Zhoumi iba
al frente, si bien poco les importaba que los viera por el retrovisor o que les
escuchara gemir. Porque en esta ocasión Jaejoong no se mantenía pasivo, al
contrario, su boca respondía a la del actor con la misma entrega, con pasión,
arrancando toda clase de sonidos excitantes de la garganta del menor. Sus manos
se movían por el cuerpo de Changmin, como las de Changmin se movían por el suyo
queriéndose arrancar cada prenda.
Sintieron la
camioneta detenerse pero no dieron importancia, no hasta que Zhoumi tocó a la
ventana que Changmin se apartó de su boca para abrir y escuchar a su chofer y
guardaespaldas.
—Todo está
arreglado, Changmin-ssi. Pasaré por ustedes mañana a las nueve AM. —aseguró con
calma y serenidad. Quizá estaba acostumbrado a esa clase de escenas en la parte
trasera de la camioneta.
—Vamos,
Jaejoong. —El actor bajó primero para ayudarle a él después.
¿Dónde
estaban?
Jaejoong
miró hacia arriba, a lo alto del enorme edificio que se erguía ante ellos, si
bien no estaban al frente, sino en la parte trasera. Notó que Changmin le
extendía la mano para conducirlo por una de aquellas puertas. ¿Eso qué
significaba? ¿Cuántas veces había estado Changmin en ese hotel? Porque era
notorio que era un hotel de cinco estrellas, sólo que en lugar de entrar por la
recepción como hacía todo mundo, ellos se colaban por la parte trasera.
No tomó la
mano que el chico le tendía, pero avanzó por donde se le indicaba mientras la
pasión que había sentido minutos atrás empezaba a desinflarse. ¿Cuántas veces y
con cuántas personas?
Llegaron en
silencio hasta el único elevador que veía al final del pasillo. Changmin apretó
el botón en tanto le veía de reojo, y cuando la puerta se abrió, dejó al mayor
ingresar primero. Jaejoong se colocó junto a una pared y Changmin en la otra.
Lo vio presionar el código PH3 que se situaba al final de la columna de
números. Iban al tercer penthouse del hotel.
—¿Qué
sucede? —preguntó el castaño al colocarse frente al modelo, pero este sólo
cruzó los brazos y desvió la vista. Sus emociones eran tan notorias que
Changmin se dio cuenta—. ¿Por qué estás molesto? ¿Qué hice en esta ocasión?
—¿Por qué
estamos en un hotel? —susurró sin ningún tono. Changmin le miró fijo.
—Porque está
cerca del aeropuerto —respondió lacónico—. Ir hasta el departamento ahora
tomaría demasiado tiempo.
—¿Cuántas
veces has estado en este lugar? —No sabía por qué preguntaba semejante
estupidez, era obvio que había estado muchas veces ahí, puesto que parecía
conocer el acceso interno del lugar.
Changmin se
acercó para tomarle por los hombros, dejando que su frente se apoyara en la del
pelinegro. No podía permitir que Jaejoong se alejara de él de nuevo, no cuando
por fin parecía haberle creído, perdonado y estaba a punto de regresar el uno
al cuerpo del otro. Lo mejor, sabía, era hablar con la verdad.
Jaejoong
sintió el corazón acelerarse ante ese contacto. ¡Estaba celoso del pasado del
actor! ¡CELOSO! Changmin también debería sentirse celoso de su pasado, porque él no había sido ningún santo.
—Jaejoong,
no me hagas esto… —escuchó el murmullo, seguido de sus labios posándose sobre
su frente—. Sí, lo confieso. He estado aquí las suficientes veces como para
saber por dónde entrar y salir sin ser visto, y he estado aquí con más de una
compañía masculina.
«¿Más de
uno?»
Jaejoong se
tensó e intentó separarse, pero los brazos de Changmin se elevaron a tiempo
para evitarlo.
—Escúchame.
Escúchame, Jaejoong —pidió en tanto chico forcejeaba con él por separarse—.
Sólo fueron compañías de una noche, nada de importancia, y desde que nos
encontramos en la escuela, incluso antes… desde que te vi en el estudio de
grabación hace más de un año, no volví a salir con nadie. Sólo tú estabas en
mis pensamientos.
—Querías
vengarte. —musitó dejando de pelear, si bien su voz había resonado entre las
cuatro paredes.
—Sí, en un
principio —aceptó—. Me hiciste una pregunta aquella tarde en la que te
enteraste de todo —¿Una pregunta? Él no recordaba nada. Y Changmin pareció leer
eso en su semblante—. Me cuestionaste diciendo que si yo te amaba, no había
sucedido de la noche a la mañana —Ah, ahora lo recordaba—. Y tenías razón —Jaejoong
se separó un poco para verle con los ojos bien abiertos—. Sí, tenías razón.
Tuve todo este tiempo para intentar recordar el momento exacto, ¿y sabes cuál
fue?
Jaejoong
sacudió la cabeza sin habla. No quería dejar de escuchar sus palabras suaves y
sinceras, no quería dejar de ver esa mirada tan llena de brillo y… ¿amor? ¿Eso
era lo que Changmin le quería transmitir
con esa mirada tan llena de luz? ¿Amor?
¿AMOR?
—¿Cuál fue
ese momento? —instó al no escuchar más las palabras del menor. Estaba nervioso,
pero dentro de sí, algo suplicaba por saber.
—Cuando
rompiste mi foto y me la lanzaste a la cara…
Las
carcajadas al recordar ese incidente fueron automáticas. Había visto el rostro
molesto de Changmin al hacerlo y casi había salido corriendo para evitar ser
golpeado de nuevo. Nunca se hubiese imaginado que en ese preciso momento,
Changmin quedó flechado.
—Es verdad —aseguró
ante la risa del modelo—. Desde ese momento no me detuve hasta conseguir un
lugar en tu escuela, el que fuera asignado a tu salón y a un lado de tu
habitación fue sólo casualidad. Aunque una muy buena casualidad. —Jaejoong rió
de nuevo, si bien le miraba con incredulidad. Era difícil de creer que no
hubiera movido sus influencias para estar así de cerca suyo. Después de todo,
lo buscaba para vengarse, ¿no?
—¿En verdad
fue casualidad o donaste una buena parte de tu fortuna para lograrlo? —siseó
con una sonrisa seductora que arrancó una ligera risa en el menor.
—Lo hubiera
hecho de haberlo necesitado, pero no. Lo que sí hice fue seguirte a todas
partes —Jaejoong abrió enormes los ojos—. Te seguí al gimnasio después de
besarte en mi habitación; te seguí a los Blue Dragon confirmando mi asistencia
cuando había decidido no ir; te seguí al bosque cuando viste a la aspirante a
actriz o a tu amigo Hangeng; te seguí a la noche de maratón; a la visita de
Jessica en la sala de prensa.
Jaejoong
lucía cada vez más sorprendido. ¿Por qué jamás se había dado cuenta de eso?
—Siempre
procuré estar cerca de ti, que supieras que yo estaba ahí. ¿Por qué? —se
adelantó a la pregunta tatuada en el rostro del modelo—. Al inicio creí que
quería torturarte con mi presencia, ya que decías odiarme —¡Lo sabía!—, pero
después comprendí que estaba celoso de todos los que se te acercaban —¿Celoso?—,
de toda chica que se sentía con derecho a besarte. Fue en uno de esos arranques
de celos que te dije que borraría con mis besos los besos que otra persona te
diera —Jaejoong sonrió al recordarlo—. Estaba celoso de todos aquellos a quienes
considerabas tus amigos y no, no quería perderte. ‘Neind wollwn Einbuße’.
Esta vez el
mayor reconoció la frase. Era aquella que Changmin había dicho entre lágrimas
la noche que KyuHyun murió.
—Pero a
pesar de sentirme tan celoso, no quería aceptar que me había enamorado de ti.
Estaba confundido, quería vengarme y, ¿me había enamorado? Lo tuve todo bien
claro cuando me vi de frente con la muerte, pero no tuve el valor de decírtelo
en nuestro idioma hasta que parecía ser ya demasiado tarde.
—Pero a mí no
vas a perderme. —le sonrió el pelinegro, acortando la distancia al mínimo al
abrazarse a él y ser él quien le besara, tal cual momentos antes en la
camioneta. Muy atrás quedaban los celos que había sentido al saberlo en
compañía de otros, muy atrás quedaba la desconfianza y el temor, porque ahora
sólo había amor, y estaba dispuesto a demostrárselo.
Changmin
rodeó su figura con los brazos para corresponder el beso, mientras Jaejoong
sentía aquellas manos recorrerle sobre la ropa, cada roce que junto a los
juegos de su boca le nublaban los sentidos, al grado de olvidar dónde se
encontraban. Cuando la puerta del elevador se abrió, dio paso a un amplio y
ostentoso piso repleto de lujo en todos lados, pero ninguno de ambos apreció
nada. Changmin lo condujo hasta la cama sin separarse de sus labios, logrando
deshacerse de los zapatos en el camino. Las manos más pálidas jalaron de un
tirón la gabardina del actor para tirarla al suelo, en tanto las manos de éste
le desbrochaban la camisa y arrancaban el saco del uniforme. Todo iba quedando
en el suelo, faltando sólo ambos pantalones y las playeras.
—Changmin… —musitó
entre gemidos, separándose del alto chico para tomar aire, perdido en los dedos
que se deslizaban por su pecho y levantaban en el proceso la camiseta, que
pronto terminó también en el piso.
Sus manos
viajaron por igual sin querer quedarse atrás, colándose bajo la playera del
menor sin dejar de atacar sus labios. Acarició la cremosa piel de Changmin, que
ahogó jadeos contra sus labios. Lo sintió temblar ante su sólo contacto, ¿o
sería a sus besos? Poco importaba, le encantaba sentir cómo reaccionaba el
menor a sus caricias. Fue así que alzó la camiseta de Changmin mientras éste
levantaba los brazos para facilitarle la tarea y, al encontrarse de frente a
aquellos ojos castaños pudo notar todo ese deseo y amor que él mismo se encargó
de corresponder en su mirada, porque también lo sentía. Los labios del actor
asaltaron de vuelta los suyos con un arranque salvaje que dio paso para que la
lengua ajena recorriera su interior y le saboreara con toda lentitud,
embriagándole por completo de su sabor.
De pie al
costado de la cama, continuaron besándose como si fuese su primera vez, cual si
acabaran de unir sus vidas y ahora disfrutaran de su luna de miel…
¿Luna de
miel?
Sí, esta
sería su luna de miel… Después de lo que habían pasado, de lo que ambos habían sufrido,
este era el momento que habían estado esperando para entregarse el uno al otro
sin temores, sin culpas, sin fantasmas del pasado que les impidieran
disfrutarse mutuamente.
En cuanto
Jaejoong sintió algo incomodarle contra el vientre, supo lo que era: el miembro
despierto del menor. Seguro que Changmin sentía la misma molestia, porque su
miembro sufría el mismo pesar. No había sido necesario masturbarse para que se
pusiera por completo erecto, bastaba con besarse del modo en que lo hacían para
que la excitación de ambos se elevara a niveles insospechados.
Sus manos se
deslizaron lentas por el pecho y abdomen del castaño hasta llegar a la pretina
del pantalón, donde una se coló para acariciar cada pedazo de piel con sus
dedos, en tanto el vientre de Changmin se contraía por la sensación. El menor
lo sentía una tortura, ansioso por sentir más pese a que Jaejoong no denotara
tener prisa alguna por llegar a su punto más sensible. El gemido gutural escapó
de su garganta cuando finalmente lo alcanzó, siendo aquellos dedos los que se
cerraron sobre el miembro del castaño con habilidad. Jaejoong se dio cuenta de
que jamás lo había escuchado de ese modo, y le gustó.
—Jae…
Jaejoong, sigue. —Esas palabras prófugas lo llevaron a un nuevo nivel de
éxtasis, donde su sangre hervía y el corazón quería estallar de su pecho.
Fueron las
manos de Changmin las que se introdujeron bajo sus pantalones y boxers,
acariciándole los glúteos con las manos, acto que le provocó una grata
corriente eléctrica sobre la piel y le robó un gemido quedo. El menor había
empezado a masajear la zona con suavidad, marcando pequeños círculos para
apretar la piel entre sus dedos, logrando arrancar gemidos más altos del modelo
que ya podía sentir el calor ante la proximidad de sus cuerpos. Pecho contra
pecho, desnudos, chocaban, subían y bajaban, se agitaban conforme su
respiración acelerada. Ni siquiera notó cuando sus últimas prendas caían de
entre sus piernas hasta el suelo.
La pasión
aumentaba y se volvía insostenible; besando, acariciando, tocando y chupando
cada centímetro de piel. Jaejoong deseaba ir lento pero su cuerpo exigía
velocidad, y esta vez su mente no iba a mandar. Fue así que una de sus manos
empezó a moverse sobre el cuerpo del actor, lo que provocaba más gemidos altos
del menor, en tanto su otra mano continuaba masturbándole.
Changmin le
empujó y le hizo caer sobre la cama con él encima. Sus bocas se separaron por
segundos mientras se acomodaban, sólo para seguir besándose. Sus pechos
chocaban y sus respiración se agitaban cada vez más. Jaejoong giró sobre sí y
se las arregló para ser él quien quedara sobre el cuerpo del actor, podía notar
en el rostro del menor las inconfundibles huellas del deseo y ya que él estaba
igual, no le haría esperar. Ahora le demostraría cuánto sabía él sobre hacer el
amor.
Así se
incorporó lo suficiente para atrapar entre sus labios una de las tetillas del
castaño, que se retorció con un jadeo profundo. Estaban a solas, en el último
piso del hotel, y el saber que nadie les escucharía sin importar cuánto
gritasen sólo excitaba más. No había nada que evitara que esta vez gimiera tan
alto como su garganta se lo permitiera.
Sintió las
manos del más alto acariciando su espalda con movimientos circulares, en tanto
él tomaba entre sus dientes una de aquellas pequeñas protuberancias en el pecho
ajeno y tiraba de ella, consiguiendo más sonidos guturales. Se sintió presa de
una pasión desmedida. Jamás había estado tan desesperado por hacer el amor.
Incluso habiendo estando tiempo atrás, meses sin contacto íntimo, nunca
reaccionaba como lo hacía ahora con Changmin; estaba desesperado, y aunque no
entendía por qué, sólo sabía que lo necesitaba como nunca había necesitado a
nadie.
Abandonó el
pecho del joven para continuar con el resto de su cuerpo, descendiendo poco a
poco. Su tacto se deslizó calmo hasta encontrarse de nuevo con la excitación abandonada de su amante, que pedía a gritos ser atendida. La tomó entre sus dedos y comenzó regalándole un masaje lento y sensual. En tanto su mano lo acariciaba, sus labios continuaron descendiendo, besando, chupando, dejando un sutil rastro húmedo por cada porción de piel que se encargaba de ir reclamando.
Changmin se sintió extasiado a un nivel que jamás hubiera imaginado. Eran varias las veces en que había pagado antes por sexo, pero nada se asemejaba al modo en que disfrutaba justo ahora, de ese momento. Sabía que Jaejoong era diestro en lo que hacía, pero no hubiese imaginado que tanto. Esto era hacer el amor, ahora lo comprendía.
—Jaejoong... —gimió el nombre del modelo al sentir cómo las manos ajenas aumentaban la velocidad sobre su miembro erguido, pese a que un instante después se detuvieran, obligándole a reincorporarse—. Jaejoong, ¿qué haces? —cuestionó con voz ronca, pero el pelinegro sólo le regresó la mirada, mudo. Una sonrisa irónica surcó aquellos apetecibles labios, y aunque Changmin sintió el impulso de preguntar, no alcanzó a abrir la boca que el mayor bajó, directo a atrapar el glande del chico entre sus carnosidades. El castaño gritó de placer—. No me importa lo que estés haciendo, sólo... continúa...
Jaejoong rió ligero, ocupando en recorrer con su lengua toda la extensión del menor cual si de un dulce se tratara, degustando la piel caliente y aterciopelada tan sólo para engullirla por completo, lento y tortuoso, atento a los sonidos que su acompañante reprimía. Una vez lo tuvo entero dentro de su boca volvió a dejarlo salir del mismo modo, guardando sólo la punta en su interior. Changmin se sintió desfallecer, incapaz de hacer más que suspirar, delirar y pedir por más. Que siguiera, no quería que se detuviera. Fue entonces que Jaejoong succionó con fuerza dentro de su boca, comenzando a introducir una vez más aquel pedazo de carne hasta su garganta y dejarlo salir, adoptando con rapidez un ritmo fuerte pero seguro, húmedo sugerente.
—Quiero que te lleves contigo un buen recuerdo de esta noche... —musitó en dado momento, mientras intercalaba las atenciones de sus manos y boca para toparse con la mirada velada del menor. Hicieron falta sólo segundos, para que Changmin notara aquel brillo extraño en los ojos oscuros y sus palabras hicieran eco. Se incorporó al instante.
¿Llevarse? Le había dado hasta las cuatro de la tarde de ese día para que se decidiera a acompañarle a Estados Unidos. Había llegado a tiempo, ¿pero no iba a irse con él? Apenas lo hubiese visto en el aeropuerto había asumido que le acompañaría, no había preguntado más y el tema pronto había pasado a segundo plano cuando se quedó atrapado por aquellas orbes grisáceas y su adictiva boca.
Changmin se sintió extasiado a un nivel que jamás hubiera imaginado. Eran varias las veces en que había pagado antes por sexo, pero nada se asemejaba al modo en que disfrutaba justo ahora, de ese momento. Sabía que Jaejoong era diestro en lo que hacía, pero no hubiese imaginado que tanto. Esto era hacer el amor, ahora lo comprendía.
—Jaejoong... —gimió el nombre del modelo al sentir cómo las manos ajenas aumentaban la velocidad sobre su miembro erguido, pese a que un instante después se detuvieran, obligándole a reincorporarse—. Jaejoong, ¿qué haces? —cuestionó con voz ronca, pero el pelinegro sólo le regresó la mirada, mudo. Una sonrisa irónica surcó aquellos apetecibles labios, y aunque Changmin sintió el impulso de preguntar, no alcanzó a abrir la boca que el mayor bajó, directo a atrapar el glande del chico entre sus carnosidades. El castaño gritó de placer—. No me importa lo que estés haciendo, sólo... continúa...
Jaejoong rió ligero, ocupando en recorrer con su lengua toda la extensión del menor cual si de un dulce se tratara, degustando la piel caliente y aterciopelada tan sólo para engullirla por completo, lento y tortuoso, atento a los sonidos que su acompañante reprimía. Una vez lo tuvo entero dentro de su boca volvió a dejarlo salir del mismo modo, guardando sólo la punta en su interior. Changmin se sintió desfallecer, incapaz de hacer más que suspirar, delirar y pedir por más. Que siguiera, no quería que se detuviera. Fue entonces que Jaejoong succionó con fuerza dentro de su boca, comenzando a introducir una vez más aquel pedazo de carne hasta su garganta y dejarlo salir, adoptando con rapidez un ritmo fuerte pero seguro, húmedo sugerente.
—Quiero que te lleves contigo un buen recuerdo de esta noche... —musitó en dado momento, mientras intercalaba las atenciones de sus manos y boca para toparse con la mirada velada del menor. Hicieron falta sólo segundos, para que Changmin notara aquel brillo extraño en los ojos oscuros y sus palabras hicieran eco. Se incorporó al instante.
¿Llevarse? Le había dado hasta las cuatro de la tarde de ese día para que se decidiera a acompañarle a Estados Unidos. Había llegado a tiempo, ¿pero no iba a irse con él? Apenas lo hubiese visto en el aeropuerto había asumido que le acompañaría, no había preguntado más y el tema pronto había pasado a segundo plano cuando se quedó atrapado por aquellas orbes grisáceas y su adictiva boca.
—¿Llevarme? Jaejoong... Es que acaso tú no... —Pero los labios del susodicho ascendieron de vuelta para asaltar los contrarios en un beso cargado no sólo de sensualidad y pasión, sino de amor y calidez. Un contacto tan contundente que bastaba para robar todos los sentidos del más joven, que fácilmente se dejó llevar.
Jaejoong tomó unos centímetros de distancia para buscar su mirada, pero los ojos castaños yacían aún cerrados, tardando en abrirse cuando se sintió abandonado. El mayor sonrió al reconocer el gesto de desilusión.
—¿Qué decías? —No obstante, esta vez fue Changmin quien asaltó su boca profundizando casi al instante, saboreando, deleitándose con su sabor y tibieza, embriagándose en la narcótica sensación.
Fue ahora el castaño quien lo tomó por la nuca para ahondar en aquel delirio, si bien no dejó de recorrer su piel con la mano libre, recorriendo su baja espalda hasta llegar a su trasero, donde masajeó uno a uno cada uno de sus glúteos. El modelo gruñó de pasión, víctima de esa flama que le quemaba por dentro y desahogaba con besos.
—¿Me dejarías?... —murmuró entre roces húmedos. Quizá era demasiado pedir, después de todo, Changmin viajaría muchas horas sentado en aquel avión.
—Sí... —Esa respuesta rápida y segura del actor le dejó pasmado, incluso interrumpiendo el beso para verle. ¿Acaso su hiperactiva imaginación estaba haciendo de las suyas? Pero Changmin sonrió ligero, haciéndole entender que no estaba imaginando cosas.
Sus labios volvieron entonces a buscar la piel de aquel pecho con roces lentos y seductores. Jaejoong sabía bien lo que hacía, y parecía disfrutar por igual de las sonoras quejas del menor, así como él disfrutaba de sus caricias, de aquellos besos que sabía eran dados con amor, porque él mismo los entregaba de aquella forma.
Sus dedos se deslizaron por la espalda del actor, en tanto se encargaba de delinear un rastro húmedo desde su pecho hasta su vientre, deteniéndose en su obligo donde ocasionó ligeras cosquillas. Sus uñas se encajaron en la espalda de Changmin, víctima de una excitación que sólo aumentaba los gemidos que escapaban de su boca, hasta que uno, mucho más fuerte que los anteriores hizo eco al momento en que el pelinegro se encargaba una vez más de envolver su miembro despierto entre la confortable calidez de su boca. Aquello le hizo temblar. Jaejoong continuó succionando, subiendo y bajando con avidez sin olvidar dar especial atención al glande, a lo que continuó repitiendo una y otra vez el proceso.
Changmin sentía su miembro pulsando de anticipación, consciente de que si Jaejoong continuaba así, en breve se realizaría en su boca. Pero no era capaz de detenerle. Su respiración se aceleraba y volvía cada vez más errática, mientras sus ojos se cerraban ante el placer de todas las sensaciones que invadían por completo su ser.
Pero quería más... mucho más. No quería terminar así, no aún.
—¡Ah, Jaejoong! Espera... —consiguió llamar cuando sintió su miembro a punto de realizarse, pero el pelinegro no paró. Al contrario, devoró todo su largo con hambre, siendo ayudado por una de sus manos en la base que arrancó más y más quejas de placer por parte del menor. Éste se retorció, transpirando y jadeando, sujetando la cabeza del modelo cuando un espasmo involuntario le llevó a liberar toda su semilla en la boca del mayor.
Jaejoong sintió el cuerpo de su compañero tensarse, previendo el momento culmine: La semilla explotó en su boca, obligándolo a tragarlo todo de un solo bocado. El gusto dulce y amargo le despertó cierta adicción morbosa, y sonrió. Así fue como relamiéndose los labios, alcanzó de nueva cuenta la boca del castaño para robarle el poco oxígeno que le restaba en un beso profundo y abrumador, permitiéndole así disfrutar de su sabor almizclado. Changmin lo abrazó para profundizar el contacto, acariciando su espalda. Los roces pronto se volvieron más urgentes y apresurados, al punto de quedarse sin aire. Jaejoong se sintió girando sobre la cama, y aunque por un segundo no entendió lo que pasaba, pronto notó que era ahora él quien se encontraba de espaldas a la cama, bajo el deleitable cuerpo del actor. Los ojos oscuros se abrieron enormes al notar aquella mirada seria detenida en su rostro.
Changmin admiró aquellos ojos grises, maravillándose del cuerpo que tenía frente a sí. La silueta completamente desnuda del mayor, tan blanca e inmaculada, brillante por la transpiración, así como el cabello negro en contraste un tanto alborotado por el frenesí. Una mirada profunda y llena de deseo, hacían juego con aquel cuerpo excitado y perfecto que tanto deseaba poseer. Aquel era un Dios. Sí, un dios griego que era sólo suyo... Suyo y de nadie más.
Jaejoong volvió a sentir la boca del menor asaltarle con pasión, sin notar cómo una de las manos del mismo se colaba entre sus piernas.
—¡Aaahhh! ¡C-Changmin! —gimió ante la mano firme y delgada que se cerró sobre su miembro despierto, empezando a masturbarle con movimientos fuertes que se facilitaban por la humedad de sus cuerpos. Si eso continuaba así, terminaría en su mano, y más rápido de lo que deseaba.
Se sintió perder. Jaejoong se agitó extasiado, jadeó y gimió audible ante cada caricia, abriendo su boca para que los suspiros escaparan, la voz le salía ya ronca, cada vez más llena de deseo y pasión.
—Changmin, Ch... Changmin, si continúas haciendo eso yo no...
—Lo sé. Es la idea... —¿Ya lo sabía? ¿Acaso lo había planeado así? ¡Eso era trampa!
—Eres un... ¡Aaaahhhg! —El gemido profundo escapó cuando la boca de Changmin se apoderó de su miembro despierto, haciéndole temblar.
Esta vez fue su turno de disfrutar de la boca del actor sobre su intimidad. Aquella lengua le torturó con maestría, subiendo, bajando, chupando y mordiendo ligeramente para después ser atrapada por completo dentro de la húmeda cavidad, iniciando una danza frenética de entradas y salidas, tan rápidas y constantes que amenazaron con desquiciarle.
—¡Changmin! —gritó al sentirse al límite—. Habías dicho... habías dicho que... me dejarías... poseerte... Aaahh... —Y su semilla salió expulsada al interior de aquella hábil boca.
Jaejoong se sintió desfallecer. Respiraba agitado, su corazón latiendo a toda prisa mientras la boca de Changmin se encaminaba a besar sus piernas primero, siguiendo con besos pequeños por su abdomen y pecho, de camino a su boca, donde le dejó saborear aquel mismo gustillos almizclado. Sintió entonces el miembro del menor, duro de nuevo, chocando contra su piel. ¿Acaso era ese chico insaciable?
Abrió los ojos al sentir su boca siendo abandonada, siendo los ojos castaños lo primero que visualizó frente a sí, observándole con un deseo incontrolable que sólo agitó su corazón. Pero apenas entró en razón, arrugó el ceño. Lo había engañado.
—Prometiste... —intentó reclamar, pero un nuevo beso robándole el aliento lo acalló, sumergiéndolo de nuevo en aquella ola de pasión que sólo el castaño sabía cómo despertar en él.
—Te dije que sí, pero no dije cuándo. —aseguró al dejar su boca para ir a besar ahora su cuello. Jaejoong rió de buen ánimo. Changmin seguiría siendo Changmin hasta el final de sus días.
—Eres un... —intentó protestar, pero una nueva descarga de pasión le obligó a arquear el cuerpo, sólo consiguiendo enrollar sus brazos en torno al castaño; elevó así las piernas, atrayendo al menor para atrapar sus labios y acoplarse a su perfecta anatomía.
La excitación de Changmin chocaba contra su cuerpo
entre cada movimiento sofocante y envolvente. Éste le tomó entonces por la cintura, acomodándose
entre sus piernas, acercando peligrosamente su excitación a la pequeña
y ansiosa entrada, tentando, rozándole, presionando sin llegar en ningún
momento a penetrar. Movimientos que sólo provocaban en el mayor el deseo de
ser tomado sin que hubiese sido siquiera preparado, deseos que su compañero
pareció entender porque pronto pudo sentir algo cálido
empujar contra su abertura, no reconociéndolo en primera instancia, sino hasta
que el aguijonazo de dolor le hizo comprender que el joven actor comenzaba a
abrirse paso en su interior. Pero fue lento, sensual, cuidadoso. No había
terminado de ingresar en él, apenas la punta, y Jaejoong ya se
sentía desfallecer de gozo, viajando entre nubes cubiertas de algodón.
Changmin había empezado a gotear de excitación,
e interiormente agradecía poder utilizar aquello como lubricante
para que el acto no fuera tan incómodo para su amante. Los gemidos que
escapaban de la boca del modelo le habían calentado la piel y hecho bullir los
sentidos como jamás creyó posible, listo en cuestión
de minutos para volver a arremeter contra aquel cuerpo pálido, tan
perfecto. Era ahora que lograba sentir su hombría atrapada por aquella estrechez
delirante que le cerraba el paso pero le impedía al tiempo escapar, queriendo tomarse
el tiempo para prepararle.
—Jae... —gimió el nombre ajeno al sumergirse un poco más
en aquella cálida entrada, deteniéndose tan sólo un poco, a
espera de alguna señal de dolor en el pelinegro.
—Por... la mierda, Changmin, ¡sigue!
¡Sigue!
—apremió
entre jadeos extasiados, apretando el moreno cuerpo entre sus piernas de modo tal
que éste sólo terminó por perder la razón,
irrumpiendo el interior de su compañero de una sola arremetida que arrancó
un grito tan placentero como agónico en el mayor.
El dolor agradable y el calor evocando de cada uno de sus
poros lograron hacerle olvidar por completo cómo había sentido casi partirse en dos por la
falta de preparación. Pero no había podido, ni
querido esperar porque Changmin le preparara. El ansia de sentirle era tanta
que gimió, ruidoso y ronco, y cerró los ojos ante el pinchazo incómodo
que provocaba cada tanto aquel pedazo de carne invadiéndole, provocándole
el arquear el cuerpo en busca de más.
El más alto se detuvo, incapaz de continuar
por temor a que aquella fuese una reacción al dolor. Podía notar sus
sentidos nublados, el raciocinio esfumándose a causa de las tibias paredes que
le apresaban, queriendo arrastrarle hasta lo más profundo, pero luchaba por hallar los últimos
vestigios de su control. Mordió su labio inferior y aguardó,
agitado, para que Jaejoong se ajustara a la invasión, entonces
preguntó.
—¿Jaejoong? —La preocupación
impresa en aquel llamado hizo que el pelinegro se sintiese feliz. Changmin se
preocupaba por él, aunque no tenía porqué.
Cerró los ojos, sintiendo cómo
la excitación del castaño palpitaba en su interior. Apretó
aun más las piernas en torno a las caderas ajenas, esperando que
comprendiera sin necesidad de palabras; aferró las manos alrededor de su cuello y
escondió el rostro junto a su hombro, mordiéndose el labio
inferior para contener aquella deliciosa sensación. El aire retenido en sus pulmones por
la invasión escapó ahora con gusto, descansó
la cabeza entre el cuello y hombro adversos, e inhaló la fragancia
de aquella colonia cara que ya tan bien conocía y que sólo identificaba con el actor.
—No, no me has hecho daño,
sólo
continua... Continua, por favor... —rogó entre jadeos acelerados, iniciando
entre empujes un sutil vaivén de caderas con el cual sentirse por
completo acoplados, dejando escuchar su respiración entrecortada cada vez que el ancho de
Changmin se deslizaba dentro y fuera de canal, presionando todas sus
terminaciones nerviosas.
—Jae-... Ah, Jaejoong... —gimió
el castaño, siguiendo con la dulce tortura, abandonando su entrada hasta
sólo
dejar la punta dentro, para luego ultrajar la pequeña entrada con
una fuerte y rápida embestida. Jaejoong se arqueó con una
flexibilidad desconocida, gimiendo tan fuerte que pensó su garganta
se desgarraría, lo que sólo incentivó al menor para
repetir el movimiento una vez más, y otra, y otra...
—Changmin... —El nombre de
su amante escapaba de sus labios entre llamados sensuales y urgentes con cada
arremetida a su interior que desplegaba oleadas de placer por cada uno de sus músculos,
agitando su respiración, aumentando el deseo y la transpiración
que cubría todo su cuerpo. Su miembro empezó a reaccionar
una vez más, presa de las sensaciones y la pasión con la que
era tomado—. ¡Changmin! —Una y otra vez el nombre del menor invadía
sus labios, sus pensamientos y cordura—. ¡Changmin!...
Changmin dejó viajar una de sus manos para recorrer
la blanca piel a su alcance mientras continuaba arremetiendo frenético,
dentro y fuera, una y otra vez, perdido en el golpeteo húmedo de sus
ingles y las paredes que le succionaban de forma enloquecedora. Al menos hasta
que notó la intimidad del mayor despertando de nuevo y le atrapó
entre sus dedos sin negarle el placer, presionando en los puntos indicados para
masajear con fuerza y velocidad.
Jaejoong se sintió en la cumbre del éxtasis,
víctima
de las duras y rápidas embestidas que ultrajaban cada centímetro
de su interior, de la mano que le masturbaba al mismo son y le arrancaba gritos
de pasión desenfrenada. Cada placentera exclamación
resonaba fuerte entre las paredes de la habitación, llena del frenesí
prófugo de ambas gargantas, tan altas y vibrantes que creyó
los cristales se romperían.
Era suyo, y Changmin era de él...
—Jae... Aah, Jaejoong...
—¡Changmin! Ah, ah... —Las
respiraciones se volvieron más urgentes a cada minuto, insoportables,
con el calor quemando la piel, hasta que ambos cuerpos se tensaron, al límite
de sus resistencias.
Las oleadas de placer recorrieron ambas siluetas, robando
los nombres de ambos amantes en dos últimos gemidos cargados de delirio y gozo
poco antes de que los deliciosos espasmos les obligaran a liberar su semilla a
escasos segundos de diferencia. Uno después del otro, el segundo dentro del
primero. Changmin sintió su mano ser salpicada, y Jaejoong no
pudo reprimir el suspiro gustoso ante la caliente sensación
que impregnó su cavidad, estrechándola por pura reacción,
consiguiendo que el actor le contemplara con ojos nublados. Que contemplara
aquel cuerpo perfecto que había logrado despertar en él
todo tipo de emociones y sensaciones tan nuevas...
¿Nuevas?
Sí, le había hecho sentir amor.
Ambas figuras cayeron rendidas, juntas. Jaejoong demasiado
agotado como para pronunciar algo, siquiera abrir los ojos. Recargó
la cabeza sobre el brazo de Changmin, quien se permitió descansar en
paz, adormilado.
—Te amo. —susurró el modelo, acurrucándose
al costado ajeno.
Changmin giró el rostro y rodeó al pálido
chico con un semi abrazo, depositando un cálido beso en su frente. Quizá
no fuera necesario un “Yo también”; quizá bastaba con demostrarlo. Eso creyó,
hasta que Jaejoong se incorporó sobre su pecho y le miró
con el ceño fruncido.
—¡Oye! Se supone que debes responder, “Yo
también te amo, Jaejoong”, no sólo quedarte callado. —Changmin
no pudo sino sonreír ante la reprimenda, pensando que quizá
tendría que aprender a demostrar sus sentimientos no sólo
con hechos, sino también con palabras— ¿Y
bien? —instó el pelinegro. El actor alzó
una mano hasta el rostro del mayor, y tras mirarle a los ojos, dejó
que su boca respondiera la cuestión.
Quizá después pudiera decírselo, o quizá,
después de hacer el amor una vez más ya no sería necesario...
–.—.—.—.—.—.–
La mirada oscura de Changmin recorría centímetro
a centímetro la figura esbelta y tonificada que descansaba a su lado.
El cabello algo largo del joven, de un negro tan profundo que resaltaba en el
contraste con la palidez de su piel, atrajo por un momento su atención.
Sus dedos iniciaron un recorrido sutil, tan sólo de roce, por la dermis perfecta,
partiendo por su frente, nariz, mejillas, labios, bajando por su cuello y clavículas,
siguiendo aquel camino que hubiese trazado horas antes con sus labios por su
pecho, hasta llegar a su vientre. Jaejoong se removió entre sueños
por las cosquillas, pero no despertó. Changmin continuó
su inspección, recorriendo esa parte íntima que tanto disfrutaba.
El sol aún no mostraba rastros de querer asomarse
por el horizonte, ya que apenas comenzaba a rayar el alba tiñendo
el cielo de colores pastel oscuro.
Jaejoong abrió los ojos en el momento en que las manos
del actor comenzaron a recorrer su vientre, pero Changmin no llegó
a notarse siendo observado. Los ojos grises volvieron a cerrarse para disfrutar
de las caricias, pese a que su respiración empezó a volverse irregular y su entrepierna
amenazaba con despertar.
Sintió esos labios tan conocidos arrebatarle
un beso dulce, mientras una mano fuerte y delgada se deslizaba por la extensión
de su hombría para masajearle.
—Jaejoong... —Escuchó
su nombre contra su boca en un tono suave y melancólico. ¿Por
qué parecía triste?—. Jaejoong... —volvió
a murmurar al rozar sus labios, que se entreabrieron para darle vía
libre a aquella lengua para ingresar y saborear. Los blanquecinos brazos se
alzaron para rodear el cuello del castaño y profundizar el beso.
Al separarse, ambos se observaron con la respiración
acelerada. La mirada de Changmin lucía acorde a su voz, con un extraño
halo de tristeza que si bien había visto antes, no tan marcado como
ahora. Adjunto a ello, un par de marcadas ojeras le hicieron comprender al
pelinegro que su compañero no había logrado dormir mucho.
Una de sus manos se alzó en busca de tocar el rostro del joven
actor, quien reaccionó ante el tacto atrapándole
con su propia mano, descansando en la posición. Eso le hizo sentir extraño.
¿Por
qué Changmin actuaba así? ¿Qué estaba pasando?
—¿Qué sucede? —articuló al fin—. ¿Por qué esa mirada? ¿Sabías
que traes unas tremendas ojeras? Como si no hubieses dormido en toda la
noche...
—No lo hice. —Jaejoong se
incorporó ante la afirmación para verlo fijo. Habían
hecho el amor varias veces a lo largo de la noche pero, ¿acaso Changmin
no se había sentido lo suficientemente cansado como para dormir?
—¿Por qué no dormiste? ¿No estabas
cansado? —cuestionó sin entender, sintiéndose
culpable. Sólo tres veces Changmin y él habían dormido juntos: aquella noche de los
Blue Dragon Film Awards, cuando murió su padre, y cuando murió
Kyuhyun. Y en ninguna de esas ocasiones se dio cuenta si Changmin dormía
o no, tal vez no estaba acostumbrado a dormir acompañado.
—Quería contemplarte toda la noche. Saber que
por la mañana seguirías aquí y no te irías... —Jaejoong
abrió mucho los ojos. ¿Después de todo seguía pensando que
le dejaría? ¿Por qué?
—Sabías que no me iría. ¿Por
qué no descansaste? —La cuestión sólo logró que Changmin le viera con ojos
entrecerrados, pero no que borrara la melancolía y la tristeza de su mirar.
—Tendré suficiente tiempo en el avión.
—Afirmó
en tanto giraba sobre la cama para darle la espalda, sentándose
al borde, donde apoyó la barbilla sobre una de sus manos.
¿Qué estaba pasando? ¿Por qué
Changmin se veía tan abatido después de haberse entregado como lo habían
hecho? ¿Acaso pensaba que era algún tipo de despedida? ¡Pero
qué idiota era! ¡Claro! Aún no le decía que pensaba
esperarle, que le amaba. Eso le hizo sonreír, posar su mano en el hombro del actor,
que le miró de reojo.
—Changmin, yo... —comenzó,
pero fue interrumpido.
—Lo sé. —Y regresó la vista a la nada. Jaejoong no
comprendió, atinando a bajar la mano hasta el colchón—.
Cuando te vi ayer en el aeropuerto supe que me amabas —murmuró
bajo, sin verle—. Si no fuera así no hubieses ido.
—Sí, pero...
—Lo sé, lo sé —le cortó de nuevo—. Me amas, como yo te amo a ti —El
corazón de Jaejoong se aceleró, sonriendo sin poder evitarlo—...
Pero no vas a renunciar a tu sueño por mí —La sonrisa desapareció—.
Creí que tu llegada al aeropuerto significaba que te irías
conmigo, pero anoche... —Jaejoong recordó lo que le había
dicho. En ningún momento habían hablado sobre el viaje o su relación,
habían hecho el amor sin preocupaciones, pero él
había sabido leer entre líneas y comprendía todo—.
No te culpo —volteó a verle con una media sonrisa decaída—.
Yo tampoco voy a dejar mi viaje a América.
—Pero vas a regresar —aseguró
el pelinegro, atrayendo la mirada castaña sobre la suya—, y yo voy a
estarte esperando. Sabes dónde encontrarme, me diste unas llaves, ¿no
recuerdas? —La melancolía que viera en aquellos ojos castaños
pareció menguar con sus palabras.
—Claro que lo sé. —aseguró.
—Entonces ahí estaré,
siempre.
Changmin se levantó de la cama a la carrera sin importarle
su desnudez y abrazó a Jaejoong con todas sus fuerzas, tan sólo
para plantarle un beso lleno de sentimientos.
Jaejoong logró sentir de nuevo aquella calidez
apoderarse de sus sentidos, aquella lengua conocedora que sabía
bien cómo recorrer el interior de su boca, marcarla, apoderarse de
ella. Aquellas manos que sabían cómo, cuándo y dónde tocar con toda la experiencia que
poseían.
El sonido del teléfono cortó el momento, pero ninguno mostró
interés en responder. La pasión de nuevo hacía mella y les
impedía separarse por mucho. Las manos de ambos habían
comenzado a adquirir vida propia, ignorando el timbre incluso cuando éste
cesó.
—¿Y si era Zhoumi? —cuestionó
la voz jadeante de Jaejoong, separándose para tomar aire. Changmin estaba
en las mismas condiciones, pero se las arregló para responder.
—Zhoumi vendrá hasta las
nueve am, aún tenemos más de tres horas para disfrutar... —aseguró
en busca de volver a asaltar aquellos labios.
Hasta que el teléfono volvió a sonar, logrando que se separaran de
mala gana y observaran el aparato del demonio. Changmin se separó
renuente de aquel cuerpo perfecto y se apresuró a contestar.
—Espero que sea urgente... —inició
molesto, pero calló—. Comprendo. Bajo ahora mismo. Gracias,
Zhoumi.
Jaejoong notó la mirada de Changmin al colgar el auricular, y
ese semblante le dijo todo...
La despedida había llegado demasiado pronto. El vuelo del
medio día que Changmin debía abordar había sido
cancelado, lo que le obligaba a tomar el de las nueve am, o esperar un día
más,
algo que no podía permitirse, aunque lo deseara...
–.—.—.—.—.—.–
Jaejoong abrazó a Changmin con fuerza cuando llegó
el momento de que éste tuviera que entrar por la puerta de
revisión. Faltaban unos veinte minutos para que el vuelo saliera, ya
no podían seguir postergándolo. No querían despedirse,
pero era algo inevitable.
—No quiero que te vayas. —musitó
Jaejoong a su oído, apresándolo contra su cuerpo, deseando no
desprenderse de aquel calor embriagante que le hacía estremecer y
temblar hasta la médula. No quería, pero sabía
que debía.
—Entonces ven conmigo... —respondió en voz baja, lo que provocó
que el corazón del mayor se acelerara, amenazando con estallar.
—Sabes bien que no puedo... —suspiró
triste al tiempo que se separaba para verle a los ojos—. Ya me
comprometí con Junho, tu primo. —le recordó. Ojalá pudiera teletransportarse de un lugar a
otro, dormir con él por las noches y regresar por las mañanas al
teatro, pero era sólo una fantasía imposible.
—No te pido que pases todo el año
conmigo, Junho no te necesitará hasta julio, que es cuando inician los
ensayos. —Jaejoong abrió sus ojos cuan grandes eran. ¿Irse
con Changmin en ese momento? ¿Acaso era una locura?
—¿Qué quieres decir? —balbuceó
en un intento por aclararse las ideas.
—Que vengas conmigo ahora... —Eso
lo sabía pero, ¿cómo? ¿Dejando todo botado? Aún
le faltaban varios exámenes para pasar el ciclo escolar.
—Pero... ¿y la escuela? —Dudó.
—De todas formas ibas a abandonarla. Ven
conmigo a Estados Unidos y regresas en julio con Junho. —insistió
el menor. Jaejoong bajó la vista y negó lento. No podía
dejar todo a su suerte, tenía muchas cosas que arreglar, como
reprogramar las sesiones para las campañas que tenía pendientes.
—No puedo. —susurró quedo. No se animaba a ver la cara del
actor, porque intuía que se molestaría, y tenía
toda la razón.
—¿Por qué no? ¿No me amas? —insistió
de nuevo con preguntas cuya respuesta ya conocía. Jaejoong alzó la vista y se
apresuró a responder.
—¡Claro que sí! Pero... —Tenía
que entenderle, Changmin tenía que entender que no estaba
acostumbrado a ser un desobligado.
—¿Pero qué, Jae? ¿Por qué lo dudas tanto? ¿Qué
te ata aquí? —cuestionó ya irritado. ¿Qué
le ataba a Busan? No podía decir que el trabajo, porque era
mentira. Tampoco le ataba su familia, ni la escuela, o los amigos. Sin
embargo...
—Nada, nada. Sólo que... —«No
puedo renunciar así como así» pensó, pero se halló incapaz de
decirlo. Bajó la vista.
—¿Qué? ¿Aún tienes dudas? —Jaejoong elevó
la vista para verle. Era mejor decirle la verdad, así podría
comprenderle... esperaba.
—No las tengo, sólo que quiero
hacer las cosas bien. Terminar la escuela, cumplir con mis contratos, avisarle
a la gente que me voy, sobre todo a Sunny. No quiero irme así,
como si estuviera huyendo. Además... no traigo ropa. —Changmin
dejó mostrar una mueca a modo de sonrisa, acercándose
más
tarde a él para susurrar a su oído.
—Te ves muy bien con tu ropa... pero te
ves mejor sin ella. —Jaejoong sintió el calor
abrasador subir por su estómago directo a su rostro. Se apartó
para casi gritarle.
—¡Idiota! —Pero el actor se dio prisa en aclararle
con tono más serio.
—Toda mi ropa te queda, ya lo has
comprobado —Oh sí, justo ahora traía puesta su
ropa interior—. Compraríamos lo que te hiciera falta allá,
y puedes arreglar el resto por teléfono desde Estados Unidos. —Jaejoong
lo meditó. ¿Llamar desde USA a Corea para arreglar
todo? Eso...
—Saldría muy caro. —pensó
en voz alta.
—Lo pagaría yo, con tal de tenerte dos meses conmigo.
—Jaejoong
sintió el rostro hervirle que imaginó el brillante tono rojo que ya habría
llegado a sus mejillas. No pudo evitar recordar todas esas veces en el pasado
que ofreció comprarlo, pero esta vez, lejos de molestarse, sonrió.
—¡De nuevo intentas comprarme! —Rió—.
Nunca vas a cambiar, pero así fue como me enamoré
de ti. —Se encogió de hombros para acercarse y robarle un
beso rápido. Changmin correspondió, apresándolo por la cintura para lograr
profundizar el contacto, sumergirse en la cálida boca y embriagarse de su sabor,
acelerando ambas respiraciones.
—Entonces, ¿vienes conmigo? —insistió
al separarse de los labios del modelo, con intenciones de convencerlo a toda
costa. Utilizaría su cuerpo si era preciso, pero iba a llevárselo
con él. Era una lástima que no pudiera secuestrarlo, con
las leyes antiterroristas impuestas en los aeropuertos, era más
probable que terminara en la cárcel que con Jaejoong en sus brazos.
—No puedo irme ahora —El
ligero tono de aceptación hizo aparecer la esperanza en el actor—.
No traigo documentación. —El rostro de Changmin pareció
formar una extraña sonrisa que lo desconcertó. En ese momento el castaño
metió la mano al bolsillo interior de su gabardina, tendiéndole
el contenido. Jaejoong le observó con ojos sorprendidos.
—¿Cómo lo conseguiste? —preguntó
al tomar entre sus manos el pasaporte y su visa de turista. Era imposible que se
hubiese escapado por la noche para ir al colegio y sacar sus documentos de su
cajón, aunque eso explicaría las ojeras.
—Se lo encargué a Zhoumi, me
lo dio esta mañana. —Jaejoong no pudo decir nada, observando sus
documentos. Con ese simple carné y un pedazo de plástico
podía salir del país y entrar a América, y ya que
no iba por trabajo, no necesitaba de más—. ¿Entonces? ¿Vienes conmigo? —Pero el mayor
bajó la mirada, triste.
¡Irse con Changmin! Así
como si fuesen novios y tuvieran que escapar para estar juntos. Así
como si estuviesen huyendo cuando no era cierto. No. No quería
irse de esa forma. Tenía que hacer las cosas bien, avisarles a
todos de su partida y entonces sí... se iría con él.
—No puedo, lo siento. No puedo hacerlo
ahora, de esta manera tan apresurada. —Su voz fue descendiendo hasta que se
perdió en su garganta.
—Entonces yo me quedaré
contigo. —Jaejoong elevó la mirada y curvó sus labios en
disgusto. Sabía de antemano que Changmin
no terminaría su sueño
por quedarse con él en Seúl—. Dentro de un año volveré
y no volveremos a separarnos.
Jaejoong sonrió melancólico. Eso era lo mejor, despedirse. Se
volverían a ver, sí, se verían aunque dentro de un año,
cuando regresaran a los brazos del otro. Convenciéndose de ello y guardando todo su dolor
en lo más hondo de su corazón, sonrió de forma luminosa a la espera de
obtener su promesa: La promesa de que volver.
«Volver»
—¿Lo prometes? —cuestionó
con ojos brillantes. Changmin tragó saliva al verle. Sabía
que Jaejoong estaba sufriendo tanto como él, y en secreto, se juró
no volver a aceptar un trabajo lejos de la persona que más amaba.
—No, ¿lo prometes tú? —regresó
intrigado, lleno de duda y emoción. Necesitaba escucharlo, saber que
cuando él regresara iba a estar ahí, esperándole, añorándole como él lo haría.
—Sí. Te lo prometo, Min... —le
escuchó decir, pero su mirada jamás se apartó de aquellos ojos grises que sabía
capaz de revelar más verdades que su boca. Y entonces lo
supo, cuando notó que aquellas hermosas orbes se nublaban por el líquido
salino.
—Yo también, te prometo que la próxima
vez que nos veamos, no te dejaré ir —aseguró rodeando los hombros ajenos para
atraerlo a sí, a su pecho, donde pudiera escuchar cuan afectado se
encontraba.
—¿Es una promesa? —Jaejoong buscó
su mirada, encontrando en ellos la respuesta su pregunta. Aquellos ojos siempre
fríos y controlados, se estaban humedeciendo.
—Lo es. —Changmin se acercó a su rostro
para unir sus labios en un beso que fue suave al inicio, convirtiéndose
poco a poco en uno más apasionado y exigente, lleno de amor,
de pasión y sensualidad, al grado que hacerles incluso olvidar que
estaban en el Aeropuerto Internacional de Gimhae, Busán, a una hora pico de tráfico.
—Ejem.
El carraspeo escapó a sus espaldas, obligándoles
a separarse renuentes. Ojos grises y castaños se posaron sobre la persona que menos
esperaba ver en un momento como ese. Jaejoong frunció el ceño
mientras la mirada de Changmin volvía a tornarse fría. Frente a
ambos se erguía aquel hombre elegantemente vestido, con una maleta en mano,
clavando sobre ellos una mirada sarcástica y burlona.
—Vaya, vaya. Jamás me imaginé
presenciar semejante escena romántica. Hasta parece final cursi de drama
romántico —masculló Fukutaro entre risas socarronas—.
¿Qué?
¿Ya
se van de luna de miel? —Changmin separó lento el
brazo que rodeaba a Jaejoong por los hombros—. No, no —agitó sus manos en negativa—.
No te molestes, Changmin, ya no intentaré nada contra tu... ¿Novio?
¿Amante?
¿Esposo?
¿Qué
es tuyo? —cuestionó sin esperar respuesta—.
Ah, sí, ahora recuerdo, dijiste que era tu pareja sentimental —rió
ligero—. Qué forma tan elegante de decir que es tu
pu...
No alcanzó a terminar la oración
que un par de puños perfectamente sincronizados estrellaron contra su rostro,
lanzándolo algunos metros hacia atrás tras los que terminó
por caer al suelo con todo y maleta.
Jaejoong se giró con el ceño fruncido sobándose la mano
adolorida por el golpe que le había regalado al empresario. Notó
cómo
Changmin abría y cerraba el suyo, desentumiéndolo. Lastimosamente, aquello no
retiraba todo lo que ya les había dicho.
—No entiendo, ¿qué
le viste a ese tipo? ¡Cómo pudiste ser su amante si es tan...
tan, tan estúpido! —casi escupió el pelinegro.
Le habían resultado obvios los celos de Fukutaro entre sus insultos.
—¿Amante? ¿De dónde sacaste semejante estupidez? —Changmin
enarcó una ceja y Jaejoong se extrañó—. Jamás he tenido nada que ver con él.
—aseguró.
Fukutaro le había dicho a Jaejoong tantas cosas sobre Changmin y su
comportamiento en la cama que le era difícil imaginar que no hubiesen sido
amantes.
—Fukutaro me lo dijo. —afirmó
empezando a sentirse mal. ¿Acaso no se había prometido a
sí
mismo darle la oportunidad a Changmin de explicarse? Claro, había
sido justo antes de que el propio Fukutaro le dijera que Kyuhyun estaba en la
ciudad y que seguramente estaba con Changmin.
—¿Y le creíste? —Para qué mentir. Sí, le había creído todo.
—Me dio demasiada información
íntima
sobre ti como para ignorarla. ¿Cómo sabía tanto de ti si no fueron amantes? —intentó
justificarse, aunque en esos momentos ya estaba seguro de que Changmin no había
sido amante de aquel odioso.
—Eso tiene una explicación.
—¿Cuál? —Jaejoong le miró con
curiosidad.
—Fukutaro y yo solíamos visitar
el mismo club de citas, así que no faltaría quién
le hablara de mí. Se supone que con el precio que uno paga en ese club el
silencio va incluido, pero no dudo que con algo más de efectivo alguien decidiera hablar.
—Eso suena razonable. —meditó
Jaejoong. Había oído hablar de esos clubes para gente VIP,
aunque nunca necesitó visitar alguno, tenía
entendido que las cláusulas de confidencialidad tenían
un altísimo costo extra. Costo que Changmin podía
pagar.
—Lo es —aseguró el actor, y Jaejoong le creía—.
Ese hombre está enfadado conmigo porque cuando yo tenía dieciséis
fui a visitar Armani para comprar un traje, ahí lo conocí y trató de propasarse. Lo mandé
al hospital con dos costillas rotas y un ojo morado. —Jaejoong soltó
la carcajada al escucharle. Eso sonaba muy típico de Fukutaro y del propio Changmin.
Ahora entendía porqué el japonés siempre se empeñaba en decirle
algo que hiciera quedar mal al actor y que se enojara con él.
Fukutaro comenzó a quejarse cuando alguien del servicio
médico
llegó para revisarle. Un par de hombres lo subieron a una camilla
para llevarlo a la enfermería del aeropuerto. Changmin se acercó
a él antes de que se lo llevaran, inclinándose un poco
para verle. El ejecutivo muy apenas abrió los ojos al distinguir la figura
inclinada sobre él.
—Si quieres, demándame —invitó
en voz baja, apenas la necesaria para que le escuchara—, pero estaré
en América. —Fukutaro cerró los ojos y se
dejó caer de vuelta a la camilla.
.::. Última llamada para el vuelo 725 con
destino a Estados Unidos. Favor de abordar por la puerta número
seis .::.
Esa era la última llamada. Jaejoong se giró,
notando que Changmin no había dejado de observarle en ningún
momento. Esa era la despedida que tanto habían intentado postergar, y que
lastimosamente ahora no podían evitar; ya era tiempo.
—Yo... —empezó Changmin, pero un sorpresivo roce sobre
sus labios le obligó a callar. Pudo sentir en aquel suave
beso la tristeza, todo lo que el pelinegro estaba sintiendo debido a su
partida, porque él estaba quizá, sino era que más, en las
mismas condiciones. A lo largo de su vida, esta era la primera vez que
experimentaba lo que era el amor, y ahora debía dejarlo ir.
—No es para siempre —afirmó
el modelo, finalmente separándose para tomar aire—.
No es una despedida, sólo es un…
—Hasta luego —completó
Changmin con una ligera sonrisa—. Volveré dentro de un año, haya o no
haya acabado la película. —Jaejoong negó raudo y el
menor le miró sin comprender.
—No, debes terminarla —concluyó
serio—. Sino, esta separación habrá sido en balde. —Changmin
cabeceó de acuerdo, aunque mucho más lento.
Tras un suspiro, el alto chico le dio la espalda para
encaminarse hasta la puerta de revisión sin prisa alguna, no obstante, justo
antes de entrar regresó sobre sus pasos para plantarle otro
beso, esta vez mucho más apasionado. Su diestra no había
podido evitar el buscar el rostro del modelo, atraído por aquella
calidez y las bulliciosas sensaciones que el simple tacto provocaba. Jaejoong
lo aceptó de inmediato para responder a la boca ajena, colando sus
manos para rodear aquel cuerpo e impregnarse con su aroma.
—Te amo... —susurró el menor a su oído,
consiguiendo que un agradable escalofrío recorriera el largo de su figura. Sabía
que no le mentía, sabía que su corazón estaba
hablando a través de aquellos labios. Le amaba. ¡LE AMABA!
—Yo también, te amo, bobo. —sonrió
sin poder controlarlo.
Se separaron sin ganas, Jaejoong con la preocupación
de que Changmin pudiera arrepentirse en cualquier momento y cancelara el vuelo,
porque ya no podía darse ese lujo. ¡Iba a filmar una película!
Era su gran oportunidad, y no iba a ser él quien se la truncara. Por ello, una
vez le vio caminar por segunda vez hasta la puesta de acceso y revisión,
se apuró en alejarse lo más rápido de ahí con el corazón hecho un
nudo en la garganta.
«En un año, Changmin. En un año...»
se decía para darse fuerzas, sin apenas lograrlo.
–.—.—.—.—.—.–
—¿Lo tienes, Taemin? —preguntó
la mujer, tras haber observado toda la escena romántica entre el modelo y el actor, con su
inseparable camarógrafo a su lado.
—Todo, desde lo de ayer. —afirmó
el joven con una sonrisa, bajando la cámara y apagándola.
—Entonces bórralo. —El tono serio en la voz de Yoona hizo
que los ojos castaños de su compañero le miraran
consternados.
—¿Qué? ¿Pero qué no era esto lo que buscabas? ¡Tu
pase directo a ese ascenso que tanto quieres! —¿Acaso no habían estado persiguiendo
al actor a cuanto evento asistía, a la espera de obtener algo como
aquello?
—Sí, pero para serte sincera, ya le estoy
tomando gusto a esto de la farándula. —rió tan burlona como divertida, contagiando
de paso a Taemin.
—También yo. —afirmó bajando la mirada hasta su cámara
profesional, donde buscó el video y seleccionó
‘Eliminar’.
–.—.—.—.—.—.–
Changmin se resistió para no mirar atrás,
temeroso porque sabía que de volver a ver aquellos enormes y
expresivos ojos, su determinación terminaría por flaquear, cancelando todo con tal
de quedarse a su lado. Por ello avanzó, mostró su pase de abordar al guardia y siguió
hasta la puerta de seguridad. Sacó todos los objetos metálicos
de sus pantalones y los colocó en una cajita plástica, pasó
su maleta por la banda de revisión, y justo cuando atravesó
los detectores, la alarma sonó.
—Pase por aquí —le
señaló el hombre de seguridad para revisarle.
Changmin le siguió, extrañado pues estaba seguro de haber colocado
todo en la bandeja: su reloj, el cinto, monedas... Y entonces, cuando el hombre
pasó el detector manual por las bolsas de la gabardina, sonó.
El joven actor metió la mano y apenas sintió
el tacto frío se dio prisa en sacarlo para confirmar lo que se temía.
—El anillo de Jaejoong...
Se giró a toda prisa, incluso ignorando al
guardia, para intentar encontrar al susodicho entre la gente, pero ya no
estaba. Había guardado el anillo en su gabardina para dárselo
en cuanto lo viera, pero había sido tanta la emoción,
tanta la necesidad de estar a su lado, que lo olvidó por completo.
—... La próxima vez que nos veamos —se
prometió, resguardando el objeto en el interior de su puño,
que llevó hasta sus labios—. Te lo prometo.
Atravesó la seguridad y fue directo a subir las
escaleras eléctricas que le llevarían a la sala de acceso seis. En unos
cuantos minutos dejaría atrás Busán, y a Jaejoong...
–.—.—.—.—.—.–
Jaejoong no esperó a que el avión despegara, traía
el ánimo tan bajo y se sentía tan decaído que optó por retirarse. De todas maneras, ya ni
le veía.
—¡Demonios! —ahogó
en un grito contenido, dejando que las lágrimas escaparan al fin.
Changmin observó por la ventana cómo la ciudad
iba quedando abajo, mientras las nubes comenzaban a hacerse más
densas y aborregadas. Al parecer, no sólo su estómago se había quedado ahí
abajo, también su corazón, pensó. La voz del piloto informando que iban
a 39 mil pies de altura y que ya era posible soltarse los cinturones, le sacó
de sus pensamientos.
Ni siquiera se movió. Continuó viendo tras la ventanilla, ignorando
por completo a su compañero de asiento, quien había
hecho más de un intento por entablar alguna conversación
con él, sin lograr sacarle ni media palabra. Cuando aquel sujeto se
levantó, Changmin suspiró aliviado. El hombre empezaba a sacarle
de quicio y no era conveniente enojarse en un avión cuando aún restaban muchas horas de vuelo. Se
soltó el cinturón y optó por relajarse, pero sus pensamientos sólo
rondaban en torno a cierto modelo de cabello oscuro, enormes ojos y sonrisa
radiante.
Al volver su mira a la ventana, llevó el tacto de
sus dedos contra el frío cristal. La tibieza impregnada tras el
último
beso con el mayor parecían haberle vuelto temporalmente inmune a
la baja sensación térmica. Sus últimas
palabras volvieron a su memoria y, casi sin poder evitarlo, el murmullo escapó
de sus labios.
—… Regresaré por ti, Jaejoong, en un año.
—¿Lo prometes?
Changmin casi respingó en su asiento, creyendo que su mente le
jugaba una mala broma al evocar la voz de quien hacía escasos
minutos acababa de dejar en tierra. Sin duda, pensar tanto en él
comenzaba a afectarle, porque aquello había sonado... Sus ojos se abrieron de
golpe al notar que aquella voz había sonado cual si estuviera detrás
de él.
¿Detrás de él?
¡Detrás de él!
Ni bien se irguió en su asiento una nueva figura tomó
lugar a su lado, encontrándose de lleno con unos enormes ojos
grises y una sonrisa tan luminosa como el sol que se colaba por la ventanilla
del avión.
—¿Jaejoong? —balbuceó
incrédulo, parpadeando repetidas veces como si temiera que su
imagen fuese a desvanecerse en cualquier momento.
—Sí. —respondió colocándose frente a él con su
mirada fija, como si quisiera darle tiempo para comprender que era real. Era
increíble poder ver a través de Changmin cuando nunca antes lo había
permitido, y eso le encantaba.
—¿Qué pasó con lo que tenías que
arreglar? —logró articular sin dar crédito
a lo que veía y oía.
—Lo único que tengo que arreglar... —se
acercó sin apartar la mirada, dejando que los sentidos del menor se
llenaran con aquel aroma, con la mirada profunda que parecía
hechizarle. Apenas a centímetros de su rostro, rozó
sus labios con los contrarios al hablar, invitándole seductor—, está
en este avión...
Y con esas últimas palabras, Changmin aceptó
la invitación, tomándolo por la nuca para dar vía
libre devorar la boca del modelo sin importarle si viajaba en un boing 777
totalmente lleno. Lo único que importaba para él,
era recuperar el tiempo perdido, y tendrían dos meses para ello.
–.—.—.—.—.—.–
Yoona observó el cielo y sonrió. No había
ni veinte minutos que se había encontrado con Jaejoong cuando regresaba
de regreso al aeropuerto, creyendo que si Changmin se había
marchado, Jaejoong también lo habría hecho. Por ello no pudo contenerse
cuando lo miró frente a un mostrador discutiendo con la señorita
que le atendía, alguien a quien ella conocía muy bien.
—Lo lamento, pero el vuelo ya está
cerrado. Ya todos los pasajeros abordaron, sólo esperan porque suban el equipaje
registrado al final. Tendrá que tomar otro vuelo. —insistió
la señorita.
—No, debo tomar este. —suplicó
haciendo uso de todo su encanto, pese a que al parecer la rubia dependienta era
inmune a ello.
—Lo siento, no se puede. —le
respondió seca.
—¡Tiffany, hola! —Jaejoong
reconoció esa voz de inmediato, girándose tan rápido cual gato
receloso. Y no, no estaba equivocado, ¡en qué buen lío se había metido ahora!
—¡Yoona! Que sorpresa tenerte por aquí.
—saludó
la chica rubia mientras el pelinegro se tensaba, esperando ver la más
mínima
oportunidad para escapar de aquella fastidiosa mujer.
—No pude evitar escuchar el problema del
joven. Y creo que el avión aún no despega, ¿cierto? —Jaejoong
abrió los ojos de sorpresa. ¿Qué pretendía hacer Yoona?
—Sí, pero el vuelo ya está
cerrado. —explicó Tiffany. Eso el modelo lo venía
escuchando desde hacía minutos.
—¿Con todos los asientos ocupados? —preguntó
la reportera.
—Sí, es un vuelo lleno.
—Pero siempre dejan dos o tres de reserva
para la familia de los pilotos. ¿Me dirán que también están
ocupados? —Eso sí que Jaejoong lo ignoraba.
—No, pero...
—Entonces Jaejoong puede tomar uno de
esos asientos, y llegar al avión antes de que despegue entrando por la
zona de equipajes que está en la cola, ¿cierto? —¿Podría
hacerlo? Sus ojos brillaron de esperanza.
—Sí, podría pero...
—Vamos, Fanny. Jaejoong es un buen amigo,
y va a encontrarse con su amor. ¿No harías lo mismo por Nichkhun? —¿Que
qué? ¿Desde cuándo Im Yoona era tan amable? ¿O
es que estaría esperando a cambio algo de él, como la exclusiva de su amor por
Changmin?
—Ouh... sí —suspiró la rubia de manera soñadora,
como toda una colegiala enamorada, hasta que miró al pelinegro—. Está
bien —Y Jaejoong casi brincó de felicidad, conteniéndose
cuando le fue entregado el pequeño cartoncillo—. Tu pase de
abordar. Déjame aviso al puerto para que abran la escotilla…
pero date prisa, ya encendieron los motores.
—¡Gracias! ¡Gracias a las dos! —sonrió
con el corazón saltándole del pecho antes de salir
disparado, y gracias al cielo no llevaba maletas ni nada que le detuviera.
Yoona no le había pedido nada, pero si llegaba a hacerlo más
adelante, lo que fuera, se lo daría: Se lo debía.
—No sabía que habías dejado la reporteada para dedicarte a
hacer de cupido. —musitó Tiffany con una sonrisa clara que
dejaba ver sus blancos dientes.
—Es mi segundo trabajo. —rió
la reportera, haciendo reír a su vez a su amiga.
–.—.—.—.—.—.–
—Deberé enviarle a Yoona una postal desde USA. —susurró
el moreno al oído del modelo, quien atrapado entre sus brazos, le había
relatado lo ocurrido para lograr subir a último momento.
—Y yo tendré que obligarte a darle un autógrafo
a tu ex compañero por cederme su asiento... Voy a asegurarme de que no le
des un puñetazo, por el cual luego tengas que arrebatarle tu foto,
autografiarla, estampársela, y que luego él
se vea obligado a romperla en pedazos para lanzártela en la cara... —relató
conteniendo la risa burlona, tras lo cual Changmin esbozó una media
sonrisa por el recuerdo del incidente que, creía él, había dado comienzo a todo.
—Ese sólo privilegio tuyo. —Jaejoong
soltó la carcajada.
—¿Sabes? —comenzó, cambiando su expresión
irónica por una más seria. Changmin le miró
con atención—. Siempre supe que tú
y yo terminaríamos juntos.
—... ¿QUÉ? —Changmin se enderezó
en su lugar con el shock plasmado en el rostro—. ¿Me estuviste entonces torturándome
todo este tiempo a propósito? —Jaejoong volvió a soltar la
carcajada, demasiado feliz. Dejó que ambas manos deslizarse por las
mejillas del actor con suavidad, terminando por entrelazarlas detrás
de su nuca, de donde se afianzó al acercar sus labios con una lentitud
seductora hasta los de su acompañante.
—Jaque mate al rey. —susurró
con gracia, dándose su tiempo para degustar aquella boca que le sabía
a gloria. Esta vez era él quien daba fin al juego, para comenzar
uno nuevo—. Promete que estaremos juntos, sin importar nada.
—Lo prometo, pase lo que pase... Te lo
juro. —afirmó en una exhalación, devolviéndole
la sonrisa al pelinegro. Un segundo después, giró para sacar del bolsillo de su gabardina
aquella argolla que le hubiese dado unos días atrás; tomó la mano izquierda del mayor y en
silencio, dejó deslizar el aro dorado por su dedo anular—.
Te lo juro...
Jaejoong observó el anillo eternos instantes, sólo
para voltear a ver al actor con una sonrisa traviesa.
—¿Acaso me estás proponiendo
matrimonio? —bromeó a la espera de ver el rostro turbado
del actor, que tosiera de los nervios o negara frenético.
—Sí, lo estoy. —Pero fue él
quien se atragantó. ¡Sólo estaba jugando!—.
No es una broma. Parece que tu sueño de niño se hará realidad.
No logró responder, perdido al ver cómo
Changmin sacaba la argolla que colgaba de su cuello, desabrochando la cadena
para tendérsela. Él la tomó, sabiendo de inmediato lo que debía
hacer: Colocó el aro en el dedo anular del menor, estrechando su mano.
—Es una promesa. —musitó
el moreno, tranquilo y sonriente.
—Una promesa, Min —sonrió
en acuerdo, siendo sus labios ocupados al instante por los contrarios con dulzura
y tranquilidad, víctimas de la calidez que brotaba desde sus pulsos erráticos—.
Para siempre...
–.—.—.—.—.—.–
Catorce años
atrás, Jaejoong había entrado corriendo al comedor de la familia Kim con las
mejillas encendidas y la mirada llena de emoción. Todos en aquella mesa
voltearon a verle al escuchar el alboroto que había hecho con las puertas siendo azotadas de par en par en medio de su carrera; incluso la servidumbre, que servía en aquellos momentos la comida, volteó a verle.
—¡Voy a casarme con Changmin! —gritó con todas sus fuerzas, y su inocente vocesilla llena de moción hizo eco en la habitación.
Por eternos segundos un silencio sepulcral invadió la habitación, para que segundos después las risas de toda la familia emergieran altas y contagiosas. Jaejoong hinchó las mejillas sin entender.
—Es verdad, voy a casarme con Changmin cuando sea grande —insistió seguro, lo que sólo avivó las risas—. ¡Vamos a estar siempre juntos, nadie nos va a poder separar!
Por eternos segundos un silencio sepulcral invadió la habitación, para que segundos después las risas de toda la familia emergieran altas y contagiosas. Jaejoong hinchó las mejillas sin entender.
—Es verdad, voy a casarme con Changmin cuando sea grande —insistió seguro, lo que sólo avivó las risas—. ¡Vamos a estar siempre juntos, nadie nos va a poder separar!
Sus ojos grises recorrieron con detenimiento a cada uno de los miembros de aquella familia: Hyunjoong azotaba la mano contra la mesa mientras se sostenía el estómago con la contraria, histérico cual si hubiese escuchado el mejor de los chistes; Hyuna se limpiaba las lágrimas, como cuando veía uno de esos dramas que pasaban por las tardes en la TV; su madre reía cubriéndose la boca con disimulo y su padre había estallado entre carcajadas como pocas veces en esa casa.
Kim Eungsoo se puso de pie y avanzó hasta él aún aguantando su gracia, con la felicidad plasmada en el rostro cuando se arrodilló para quedar a su altura. Posó su fuerte y pesada mano sobre el pequeño hombro de Jaejoong, quien alzó la vista hasta su padre. Éste le sonrió tan amplio que el pelinegro rió por igual.
—Claro, Joongie. Vas a estar con Changmin para siempre... —le había dicho en aquella ocasión, tras lo cual lo condujo amablemente hasta el comedor para que todos pudieran desayunar como una verdadera familia.
Catorce años después, Changmin confirmaría aquellas mismas palabras.
Kim Eungsoo se puso de pie y avanzó hasta él aún aguantando su gracia, con la felicidad plasmada en el rostro cuando se arrodilló para quedar a su altura. Posó su fuerte y pesada mano sobre el pequeño hombro de Jaejoong, quien alzó la vista hasta su padre. Éste le sonrió tan amplio que el pelinegro rió por igual.
—Claro, Joongie. Vas a estar con Changmin para siempre... —le había dicho en aquella ocasión, tras lo cual lo condujo amablemente hasta el comedor para que todos pudieran desayunar como una verdadera familia.
Catorce años después, Changmin confirmaría aquellas mismas palabras.
—Estaremos juntos, siempre, Jaejoong...
El joven actor y futuro director había mandado grabar una nueva frase en el interior de ambos anillos, los cuales ahora lucían una breve leyenda personalizada para cada uno.
El joven actor y futuro director había mandado grabar una nueva frase en el interior de ambos anillos, los cuales ahora lucían una breve leyenda personalizada para cada uno.
Tú y yo, para siempre. Changmin.
Tú y yo, para siempre. Jaejoong.
“Para siempre”...
—.—.—
¡NO ME MATEN!
Lo sé, lo sé, perdón. Tuvo que pasar más de un año para colgar el final, pero tuve mis motivos (quienes siguen mi vida de cerca, sabrán que fue una época difícil para mí, en más de un sentido). Después de tanto, esta historia ha llegado a su fin.
¿Les gustó, no les gustó? Espero sus opiniones. ¿Y por qué no? Desahogos también. El epílogo de momento se los voy a deber, ya que Maryluz (autora del fanfic original, que si les interesa dejaré el enlace en la ficha de la historia) aún lo tiene en proceso, pero apenas lo tenga listo tengan por seguro que me daré a la tarea de adaptarlo para poder subirlo aquí mismo.
Estuve más de un año planeando esta adaptación antes de animarme a iniciarla y publicarla, así que el terminarla ahora es todo un logro para mí. Lo disfruté, en verdad. Gracias a todos por sus comentarios, me animaron mucho en la realización de este proyecto.
Ya veremos más adelante si me dedico a hacer otra adaptación o por fin me animo a subir algo propio (que las ideas abundan, pero la pereza es grande). Hasta entonces, éxito a todos.
See ya~
Lo sé, lo sé, perdón. Tuvo que pasar más de un año para colgar el final, pero tuve mis motivos (quienes siguen mi vida de cerca, sabrán que fue una época difícil para mí, en más de un sentido). Después de tanto, esta historia ha llegado a su fin.
¿Les gustó, no les gustó? Espero sus opiniones. ¿Y por qué no? Desahogos también. El epílogo de momento se los voy a deber, ya que Maryluz (autora del fanfic original, que si les interesa dejaré el enlace en la ficha de la historia) aún lo tiene en proceso, pero apenas lo tenga listo tengan por seguro que me daré a la tarea de adaptarlo para poder subirlo aquí mismo.
Estuve más de un año planeando esta adaptación antes de animarme a iniciarla y publicarla, así que el terminarla ahora es todo un logro para mí. Lo disfruté, en verdad. Gracias a todos por sus comentarios, me animaron mucho en la realización de este proyecto.
Ya veremos más adelante si me dedico a hacer otra adaptación o por fin me animo a subir algo propio (que las ideas abundan, pero la pereza es grande). Hasta entonces, éxito a todos.
See ya~
Eevee Kim,
The Little Malbeol.
The Little Malbeol.